Opinión | Crítica / Teatro
Teatro y combate
"The shit show" lleva la verdad a la escena
"The Shit Show" no busca la equidistancia. Y eso está muy bien: el teatro también puede ser combate. Teatro y combate. Las dos cosas juntas se vieron antes de anoche en el club del Niemeyer: la realidad sin milagros.
Elisabet Altube, Mónica Miranda y Ariana Martínez componen un espectáculo que empieza como un duelo a muerte al amanecer y termina con el personal sobrecogido, atado de pies y manos con muchas preguntas: el estado de derecho se sostiene, entre otras cosas, en que la culpabilidad se tiene que demostrar. Darla por sentada desagua la capacidad de la defensa. Sin embargo, no todos los casos se mueven sobre las mismas líneas de trabajo. La compañía "Sin Corpiño" se trajo a Avilés un espectáculo en el que -con las herramientas del teatro documental- explica que el mundo tiene más aristas de la que salen en una sala de un juzgado.
Las actrices Mónica Miranda y Ariana Martínez son Donna Rottuono y Megan Twohey, la abogada de Harvey Weinstein y una de las periodistas que destapó la depredación sexual en el Hollywood de los ochenta y noventa. Weinstein, el productor de Miramax, es acusado como violador por varias actrices y modelos. Llegan las vistas en los juzgados: las víctimas del poder entonces pasan a ser las acusadas. Las acusadas de romper el acuerdo entre adultos, las ambiciosas del poder… Y ahí empieza el drama. Twohey convoca a Rottuono. Y empieza el drama.
Altube se inclina por el "tète à tète" al principio de la función, pero muy pronto descubre que el personaje principal de la función –la abogada: ¿Quién es? ¿Por qué defiende a un tipo como ese– necesita de un cuadro dramático que se encarna en los distintos interrogatorios de Jessica Mann, la principal acusación particular. Ahí es cuando se produce el combate: la periodista –apenas unos matices–trata de entender lo que para ella no tiene explicación: que Rottuono sea "una traidora".
El espectáculo –el trabajo de las dos actrices-sobrecogió al personal. La verdad pasada por las herramientas de la ficción es más efectiva que la realidad misma. La divergencia del principio –la culpabilidad se demuestra–se disipa cuando las víctimas no son víctimas, cuando las víctimas son sobrevivientes.
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