Opinión

Félix Lobato

Leviatán

Sobre la necesidad de dar eficiencia y eficacia a la siempre compleja maquinaria del Estado

Vivimos en la pura improvisación, está bien que de vez en cuando, por razón de los elementos y las adversidades súbitas, haya que tirar de oficio y ser ocurrentes. Pero es inadmisible la improvisación que sufre Avilés cuando llegan fechas festivas. En San Agustín tocó con las barracas, y ha pasado estas navidades con la iluminación y con la cabalgata de reyes. Imagínense unas navidades sin iluminación o cabalgata, la tradición menospreciada. Quien no cuide sus tradiciones corre el riesgo del olvido. La Navidad es una tradición más allá de lo religioso, forma parte de nuestra cultura y de los orígenes cristianos, y cuando digo esto, no hablo de religión, hablo de raíces, de cultura. Espero que de quienes todo esto depende, aprendan de lo vivido este año y sean en lo sucesivo eficientes, son servidores públicos. No estamos hablando de cuestiones banales ni fruslerías, se trata de elementos de nuestra propia esencia como ciudadanos que comparten unos lazos de unión, por supuesto, siempre abiertos y sensibles a enriquecerse de otros, pero desde el núcleo de nuestra propia esencia cultural inmutable.

En relación con la ineficiencia, a la improvisación…. como dice el cantar: "Todo está en los libros…", en este caso en nuestra Constitución. El artículo 103, uno de mis favoritos, dice aquello de "la Administración Pública sirve con objetividad los intereses generales y actúa de acuerdo con los principios de eficacia…" y aquí me quedo. Si cada lector rememora algún trámite administrativo, seguro que el último calificativo que se le ocurre es el de eficiente/eficaz. Siento ser pesimista, pero esa Administración dirigida al bien común y al servicio del ciudadano no existe, es un Leviatán cada vez más fuerte, con más cabezas.

Lo peor de todo es que, tanto dirigentes políticos como el funcionariado, tienen muy asimilado que los ciudadanos giramos en torno a la Administración, cuando la propia esencia de la Administración es la de estar al servicio de los administrados. El trato de hecho y las leyes y reglamentos nos someten a trámites y procedimientos sólo pensados para el funcionamiento de ese Leviatán, cuando debe ser a la inversa. Asisto con incredulidad al ninguneo que el político dedica al pueblo y con el que el funcionario baquetea al ciudadano con kafkianas exigencias. Permítanme compartir una de ellas. Llamada recibida, en mi lugar de trabajo, por una funcionaria del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) para reprochar que el documento en el que acredito que actúo en nombre de un ciudadano, jubilado del campo, llevaba mi firma digital pero mi cliente, persona sencilla y humilde, había firmado de su puño y letra. Pues bien, la empática funcionaria me indicaba con suma preparación reglamentaria y con alarde de ser formadora en materia de medios telemáticos y certificación digital, que no admitía dicho documento: o bien ambas firmas digitales o bien firmas manuales. Si no este señor no vería resuelta favorablemente su petición de complemento de paternidad con un montante adicional cada mes de casi 200 euros en su pensión, y unos atrasos de unos 10.000 euros (cuando en su día el INSS debía haberle reconocido desde el principio ese derecho). Actitud que solo adoptan determinadas direcciones provinciales del INSS. En otras, con sentido común, no hay ningún problema. Es inadmisible semejante obstáculo. Este es un ejemplo de en qué contexto vivimos.

Les añado la última de quienes nos mandan, colando el día 26 de diciembre en el BOE, en una Disposición Final escondida, que todo lo que la Agencia Tributaria debe a todos los trabajadores que fueron Mutualistas y actualmente jubilados, lo devolverá como quiera y cuando quiera, desactivando pronunciamientos judiciales. En el sentido contrario, la Agencia Tributaria se muestra implacable. No son precisamente los ricos los afectados por esta maniobra, sino meros jubilados.

Concluyo mi colaboración con una aclaración. Que nadie interprete en estas palabras que hablo de un Estado fallido, no tolero semejante argumento, al que dedicaré en otra ocasión mis reflexiones. Tenemos un Estado construido y muy estructurado, démosle eficiencia, que no tiene que ver con derechas ni izquierdas, sólo con buenos gobernantes. El argumento del Estado fallido está dando alas a los extremos y cuidado con los bienintencionados…. les remito al refrán. Buena singladura 2025.

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