Opinión
El bus se mueve
El éxito de los abonos en los hábitos de transporte
Las marquesinas del bus tienen un nuevo compañero. Junto a ellas han aparecido unos elegantes postes culminados por una pantalla que nos muestra el tiempo de espera hasta la llegada de nuestro autobús. Que los responsables del transporte urbano hayan dejado Avilés a la cola de la implantación de tecnologías ya en uso en numerosas ciudades no es más que una anécdota a olvidar. Lo importante es que hemos pasado de la incierta espera a la tranquilidad de saber que el bus está en camino y que en el tiempo marcado estaremos subiéndonos en él.
Unos días antes de entrar en funcionamiento esas pantallas me desplacé con un amigo hasta Salinas utilizando el transporte comarcal, una experiencia altamente positiva. La espera en la parada, tanto en la ida como en el regreso, fue corta; el viaje no duró más de quince minutos en cada sentido, en vehículos limpios con amables conductores en ambos casos. A veces no hay más que tocar las cosas para comprobar que funcionan.
Coincide esta novedad con la confusa situación de continuidad o no de los abonos de transporte. Sin querer entrar en un debate que no es objeto de este espacio, siendo usuario del transporte público desde hace ya algunos años, la evidencia dice que, desde la implantación de los abonos, el número de viajeros ha aumentado de manera muy importante, tanto en el transporte urbano y comarcal como en los trenes de cercanías, bien sea en el trayecto a Oviedo o, incluso, en la línea de FEVE a Gijón. En algunos tramos horarios, el regreso desde Oviedo hay que hacerlo de pie hasta Lugones.
Ahora que todo el mundo habla de la huella de carbono, bueno, casi todo el mundo, la mayoría de los nuevos usuarios del transporte público han modificado sus hábitos, reduciendo el uso del transporte privado y, por tanto, las emisiones contaminantes. Muchos, además, habrán descubierto el encanto de desplazarse de modo despreocupado, tal vez leyendo una novela o comunicándose con amigos a través de su smartphone, llegando a destino sin tener que buscar un lugar donde aparcar el coche.
Con los abonos para el transporte hemos ganado tranquilidad y tiempo, hemos reducido contaminación, nos hemos sentido más cercanos a los ciudadanos de otros países. Su éxito es innegable; si necesitan ajustes, háganse, pero volver hacia atrás sería un error. El análisis coste-beneficio es demoledor.
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