Opinión

Shakespeare a cuchillo

El Palacio Valdés aplaude "Romeo y Julieta"

Lo mejor para saber lo que es el teatro es leer al tipo que más sabe de esas cosas. Y, últimamente, ese es Juan Mayorga. Dijo en uno de sus discursos –el de la Real Academia de Doctores– que "extender lo visible es el fin del teatro". La compañía Theatre Properties es muy de eso: lleva veinticinco años dedicada a abrir el abanico de los clásicos del teatro musical a todo lo que da. Y todo lo que da siempre es menos de lo que uno pudiera estar imaginando, pero eso no deja de ser malo: así el teatro no desfallece. "Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera", apostilla Ítalo Calvino en "Por qué leer los clásicos".

Todo esto viene a cuento de la primera función de "Romeo y Julieta, el Musical", la de antes de anoche a las 20.00 horas –ayer hubo dos más: a las 17.00 y también a las 20.00 horas–: la primera de la nueva vida de la partitura que escribió César Belda y se escuchó por vez primera en México en 2015. Y por segunda, en 2021.

Un Romeo con ganas de convencer al personal de que es Romeo, una Julieta que lucha a espada cuyas reacciones y palabras ante la muerte no siguen la misma línea emocional y es un fastidio, un Shakespeare que va y viene de la escena siendo el narrador y el príncipe de la bella Verona, el lugar donde "dos familias de igual nobleza, arrastradas por antiguos odios, se entregan a nuevas turbulencias, en que la sangre patricia mancha las patricias manos". O sea, "amor inmortal", partitura con "leit motiv" que hila la tragedia del bardo de Stratford-upon-Avon, una de las obras de su juventud y un título desaforado: "The Most Excellent and Lamentable Tragedy of Romeo and Juliet".

El espectáculo llenó el Palacio Valdés porque las ganas de musicales todavía no se han saciado en Avilés: la ola acaba de empezar, pero este es de los buenos: con argumento de amor loco y muerte en la cripta; un espectáculo con una escenografía tan espectacular como para recrear, como si nada, la escalera del Cortille del Mercato Vecchio de Verona y hasta el balcón -postizo– de la casa –falsa– de Julieta. Y hay muchos duelos a espada, una cosa para elevar la acción tras los versos melífluos de alguna de las canciones (porque ahí estaban).

Lo mejor de "Romeo y Julieta, el Musical" es que, aunque el clásico sobrevuela cada uno de sus números, el producto final es tan lleno de gracia como de novedad. Mayorga lo explicó a su modo cuando recogió su premio "Princesa de Asturias": "Lo que decide a un autor a escribir para el teatro, lo que distingue tan singular forma de escritura, es la voluntad de reunión. Los autores reunimos letras con el deseo de que un día unos actores se reúnan en torno a ellas y luego abran su reunión a la ciudad". O sea, extender lo visible y, a la vez, ampliando la reunión de las piezas que se han quedado borrosas. n

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