Opinión | El gasómetro

Ya no vienen de París

La ola de diversificación demográfica y cultural

Nos decían que venían de París. Nunca pude comprobarlo, yo tampoco vine de ahí, como la mayoría. Eran tiempos de uniformidad, una uniformidad ahora sustituida por un atractivo crisol de orígenes y culturas.

Cada mañana, poco antes de las nueve, paso por delante de uno de los colegios del centro de Avilés abriéndome paso entre el nutrido grupo de chicos y chicas que se disponen a cruzar la puerta del patio para empezar otra mañana encontrándose con sus amigos y compañeros de clase. Son grupos de alumnos integrados por chicos procedentes de diversos lugares, algunos muy lejanos, que van acompañados por alguno de sus padres, mientras otros llegan en compañía de uno de sus abuelos. Todo transcurre con la misma naturalidad que sucedía en tiempos pasados en los que todos parecíamos venir de París y crecíamos siguiendo la misma línea vital.

Y es que, a pesar de las cosas que escuchamos a ciertos personajes públicos, de aquí y de más allá, la vida transcurre con normalidad en cualquier ámbito en que queramos fijarnos, bien sea en las escuelas, en el supermercado, en la gasolinera, en la taberna del barrio o en el hospital. Vivimos una segunda ola de diversificación demográfica y cultural mucho más profunda que la que sufrió nuestra ciudad a partir de la llegada de las grandes industrias en la década de los años 50´s, cuando Avilés pasó de contar con poco más de treinta mil habitantes a superar ampliamente los ochenta y cinco mil. La llegada entonces de miles de obreros a las nuevas industrias, muchos de ellos procedentes de regiones como Extremadura, Castilla y León o Andalucía, introdujo una diversidad que quebró la plácida existencia avilesina, sembrando la semilla para construir la ciudad que hoy tenemos, aún a costa de debilitar la fortaleza identitaria que mantienen ciudades menos permeables demográficamente.

En esta segunda diversificación el contraste cultural es enorme; la llegada de personas de un largo listado de países es un reto para nuestra capacidad de integración, mucho más real cuando no hablamos de ella, cuando dejamos que las cosas vayan sucediendo. Es también una oportunidad para rejuvenecer nuestra ciudad, para aprender, para enriquecer nuestro modo de vida. La convivencia en el colegio entre niños de diversas procedencias y hábitos culturales es la mejor manera de avanzar y ser una sociedad más abierta en un mundo sin fronteras. Es la nueva Avilés que viene, que, en realidad, ya está aquí.

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