Opinión | crítica / Teatro

Avilés

El vuelo de un camión

Sergio Peris-Mencheta, Juan Diego Botto y Ahmed Younoussi se han asociado bajo el manto de Barco Pirata para hacer que la verdad sea teatro y que el teatro sea verdad

Aristóteles hace 2.500 años, más o menos, explicó las diferencias entre realidad e imitación. Y con esta explicación separó historia y arte. Dijo, por ejemplo, que este se mueve en el campo de la mimesis mientras que aquella es sólo diegesis. O sea, el teatro no es verdad, pero podría parecerlo.

Sergio Peris-Mencheta –impulsor del espectáculo "14.4"–, Juan Diego Botto –autor del drama– y Ahmed Younoussi –el dueño de la verdad representada– se han asociado bajo el manto de Barco Pirata para hacer que la verdad sea teatro y que el teatro sea verdad. Y eso está superbién. El viernes, un Centro Niemeyer lleno hasta la bandera, celebró puesto en pie la propuesta dramática que congeló el corazón, que emocionó los cerebros y detuvo los pasos.

"14.4" siendo una historia verdadera que concierne a su dueño en realidad –es la de Younoussi–, por la gracia de Peris-Mencheta y de Botto se hace universal y el respetable, que nunca ha visto un camión por dentro, sufre el terror de una rueda que destroza futuros, como una trampa de una pirámide que esconde un tesoro al final del recorrido de un aventurero. Y eso no lo consigue la verdad que esconde la representación: eso sale de una poderosa representación de un Younoussi entregado hasta el tuétano a una historia que, cuando es la suya, es la de todos los espectadores. Pero eso no pasa siempre: Younoussi explica el Congreso de Berlín en una fábula que empieza con el cinturón y uno se queda así con ganas de ver qué pasa cuando el octavo camión cruza los 14,4 kilómetros de distancia.

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