Opinión

El kit de la paciencia

El miércoles 26 de marzo la Comisión Europea nos sorprendía con la recomendación de que preparásemos en los hogares un kit de supervivencia con el que afrontar, al menos durante 72 horas, una posible crisis producida por catástrofes naturales, pandemias, ciberataques o incluso una guerra. Según la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ante las nuevas realidades, los ciudadanos necesitamos disponer de diversos artículos con los que hacer frente a la crisis, incluyendo alimentos básicos, diversos utensilios, medicación, documentación y electrónica. El sorprendente anuncio nos llevó a la preocupación, porque no cabe hacer desde instancias oficiales esa recomendación a una comunidad de 450 millones de habitantes sin bases fundadas.

Casi sin tiempo para pensar en ello, como si fuese un simulacro, el lunes todo el país se quedó sin energía eléctrica porque, según los relatos oficiales, como en un truco de Houdini desaparecieron 15 gigavatios de la red. Fue entonces cuando como una mancha de aceite, pasamos de pensar que se había ido la luz en el barrio a encontrarnos con que barrio a barrio nada eléctrico funcionaba, como tampoco estaban operativas las comunicaciones por teléfono o mensajería. Lejos de entrar en pánico, fuimos pasando de la sorpresa a la actitud constructiva y a vivir una experiencia desconocida.

Más que un kit de emergencia nos armamos todos de un kit de paciencia y nos dispusimos a pasar un día al margen de las prisas, de las tareas cotidianas, disfrutando del sol y la buena temperatura, mientras una ola de simpatía y buen ánimo inundaba cada espacio. El viejo transistor a pilas fue el único medio por el que pudimos informarnos de lo que estaba sucediendo. Pero este oasis de paciencia y buena actitud también tuvo una cara b, la de los miles de ciudadanos atrapados en trenes, suburbanos y ascensores y la de quienes vivieron con la incertidumbre de no saber si su equipo de soporte respiratorio o de diálisis domiciliaria dejaría de funcionar, muchos en situación de alta vulnerabilidad, como los enfermos de ELA. Al menos seis personas perdieron la vida a consecuencia de este desdichado incidente aún no explicado.

Esta vez nos bastó con el kit de la paciencia, aunque terminaremos necesitando el de emergencia ante tanta incompetencia en la gestión de las infraestructuras básicas.

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