Opinión

Félix Lobato

Cosas de cartón piedra

Resulta curioso cómo a veces la realidad está llena de señales y también de ironías. El mes pasado les comentaba mi profunda preocupación por la marcha de la justicia tras nuevos «retoques» legislativos inquietantes, condicionantes del acceso ciudadano a los Tribunales. Pues recientemente leo la prensa y resulta que en Oviedo, en el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, ya no soportan más el olor pútrido con origen en las instalaciones del Instituto de Medicina Legal y Forense, ya que el citado órgano judicial comparte edificio con ese organismo. La noticia no tenía desperdicio (no es una redundancia), parece una metáfora de la desconsideración que se dispensa a los juzgados. Llevan años padeciendo en el juzgado los problemas de ventilación y de salubridad del edificio, no siendo ni culpa del Instituto de Medicina Legal, que bastante tienen con su carga de trabajo, ni mucho menos de los funcionarios del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, que bastante tienen con el destierro a dicho enclave, lejos de donde se concentra el grueso de órganos judiciales en Oviedo. Lamentable que dicho juzgado, junto con algún juzgado de lo contencioso-administrativo, que sufren localizaciones, o mejor dicho deslocalizaciones, bastante incómodas, qué se le va a hacer. Nuevamente el escándalo de la falta de medios, eso sí, parimos ocurrencias de eficiencia procesal.

La localización de los órganos judiciales en cada ciudad es todo un símbolo de cómo se maltrata a la administración de justicia, con inauguraciones en las que se ponen estupendos los políticos, pero que en dos días quedan insuficientes para atender debidamente a los ciudadanos y profesionales.

Ahí les dejo la metáfora, mal olor y juzgados.

Todo es de puro cartón piedra, creemos que todo está bien asentado y que no puede haber eventualidades, pero sufrimos apagones, malos olores…. Creemos que tenemos un escenario a prueba de todo, pero al final no es más que mal cartón piedra, decorados aparentes pero que se diluyen ante el mínimo incidente. Nada detrás de ese oropel, no hay labor concienzuda y a fondo, todo prendido con alfileres y así saltan desagradables e imprevistas consecuencias. ¿Imprevistas? No, para nada, sino pura incompetencia.

Lo malo de todo esto es que se va creando un clima de que lo importante es la apariencia, el artificio, la carcasa, sin que exista una profundidad y una seriedad, sea de lo que se trate. Ya hablemos de leyes, de conductas, de intenciones, de proyectos... prima la forma sobre el fondo y así, cualquier eventualidad, lo tira todo. Me viene a la memoria una película de los Hermanos Marx, no recuerdo ahora mismo cuál, pero la escena es tal que la siguiente, en ese momento vodevil total de la película, donde los personajes entran, salen, corretean, escena coral...: Harpo Marx, en medio del desorden, está pegado a un edificio, otro actor pasa y le pregunta, «¿qué haces?, muévete, parece que estás sujetando el edificio». Harpo asiente con la cabeza y se separa de la construcción, cuando lo hace, toda la casa se viene abajo. El cartón piedra, se desploma. Pues así se hacen las cosas.

Así son las ocurrencias de quienes mandan. Menos mal que uno trata de cultivar su espíritu crítico y contrasta las fuentes de noticias, porque si no, no sería creíble. Trump, menudo personaje, quiere recuperar la prisión de Alcatraz, espero que mañana pegue el viento de otro lado y se le olvide la idea, a ver si le persuaden, como si no tuviera cosas más importantes en las que pensar. Aquí se pretende plebiscitar la OPA de una conocida entidad bancaria sobre otra, también conocida, entidad bancaria. No doy crédito a semejantes extravagancias. De repente el presidente del gobierno tiene un tic populista y tira de mecanismos de democracia directa, incomprensible.

Escuchemos a quienes saben, a quienes tienen conocimientos económicos, a quienes saben de energías, a quienes saben Derecho y tienen experiencia en el día a día en Juzgados y Tribunales, en definitiva, a quien domina cada tema y que sean quienes asesoren y orienten. No a la ocurrencia, no al titular, no a los decorados de mentira, que sirven para las películas de los Hermanos Marx, porque ninguno queremos vivir en un mundo absurdo. El absurdo, que tiene su magia y a mí me encanta, es para evadirse, como simple divertimento, pero no como guía del día a día, que la vida es seria.

Me viene a la memoria mi abuelo cuando decía aquello de... «este mundo ya no es el mío». Si llega a ver esto, me pregunto qué expresión ocurrente habría inventado. n

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