Opinión

José Primitivo abella

El motín de Educación

Sobre la huelga del profesorado

A Lydia Espina le pasó como a Esquilache. Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache y ministro del rey Carlos III estaba empeñado en modernizar la villa de Madrid. Entre las muchas ideas y ocurrencias que tuvo estuvo su plan para cambiar la forma de vestir de los hombres madrileños. Pretendía erradicar el uso de la capa larga y el sombrero de ala ancha bajo el argumento de que facilitaba esconder armas y ocultar la cara así que en 1766 firmó un bando con la prohibición de su uso. La guardia salió a recortar capas y sombreros por las calles madrileñas. Aquella medida fue el detonante de una explosión social. A los pocos días ya no se hablaba de ropa, sino del precio del pan, de los jornales o de la disolución de la guardia.

A Lydia Espina se le ocurrió que se podían extender los comedores a junio y septiembre suprimiendo la jornada reducida de los colegios. La medida es un paso adelante para las familias, pero la consejera se empeñó en hacerlo cargando con una hora lectiva adicional al profesorado de Infantil y Primaria. El rechazo a esa medida impulsó el mayor conflicto en la enseñanza pública desde la marea verde contra los recortes del PP de hace 13 años. Poco se habla ya de la hora adicional. Los carteles de cartón de las manifestaciones dicen que hay que reducir la ratio y la jornada lectiva para educar mejor, que hacen falta más especialistas, que los sueldos están congelados, que se penalizan las bajas de larga duración, que la burocracia nos afuega, que la enseñanza pública debe ser prioritaria.

La nueva ley educativa, la LOMLOE, exige cambios profundos en la forma de enseñar. Esa trasformación del sistema educativo obliga a que sus profesionales dediquen mucho más tiempo a planificar, coordinarse, preparar las clases, formarse, diseñar situaciones de aprendizaje, diversificar y aumentar los registros de evaluación, intervenir ante las dificultades de aprendizaje con nuevas programaciones de la intervención, registrar las labores docentes… Hay quien se resiste al cambio y opta por seguir con la terna lección magistral – ejercitación – examen, pero la gran mayoría está adaptándose y haciendo el esfuerzo que la norma pide. La LOMLOE trata de conseguir que todo el alumnado complete la enseñanza obligatoria pero no hay suficientes recursos para atender la diversidad adecuadamente. Se ve claro en la enseñanza pública porque es la que concentra al alumnado desfavorecido socialmente.

Por otra parte, las retribuciones docentes están congeladas. El profesorado asturiano es el que menos cobra de todo el estado. Hace más de 20 años que las subidas (y bajadas) son las que el gobierno central establece en los presupuestos generales o en los decretos de recorte. La llamada evaluación docente fue un sucedáneo asturiano de mejora salarial a la que se accede con 5 años de antigüedad, sujeta a evaluación individualizada por parte de la dirección, no consolidable y que pierden quienes tienen enfermedades largas como las oncológicas. Hay quien piensa que la profesión docente es privilegiada y sin embargo en los últimos cursos hay problemas para cubrir plazas en algunos destinos y en algunas especialidades.

Resumiendo, no se implementaron medidas como la reducción de ratio o de carga lectiva que permitieran la transición a la LOMLOE así que el profesorado tuvo que incrementar sus ritmos de trabajo sin una contraprestación económica. Se aguanta porque hay vocación y defensa de un servicio público pero cada tipo de materia tiene su propia temperatura de cambio de estado. Las condiciones para la revuelta estaban dadas. Hubo señales previas como la movilización en Madrid durante todo el curso o las de Euskadi y Cantabria durante el mes de mayo. El explosivo se había estado acumulando, Lydia no lo vio, armó la espoleta y la bomba le estalló en la cara.

Durante el motín de Esquilache, el rey Carlos III, como Barbón, desapareció unos días, y a la vuelta y después de sopesar pros y contras, se anuló el bando, Esquilache marchó al destierro, se bajó el precio del pan y se retiró a la guardia valona. Esperemos que el gobierno asturiano, como Carlos III, tome conciencia y atienda las reivindicaciones de quienes luchamos por la mejora de la enseñanza pública asturiana.

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