Opinión

Matones sin valentía para amar

No miremos hacia otro lado ante las conductas de acoso

Otro curso que termina.

Otro curso que depara miles de historias, de aprendizajes, de descubrimientos, de vivencias individuales y colectivas.

Otro curso que, en algunos casos, deja profundas heridas.

Según el último informe de la Fundación ANAR, el 9,4 del alumnado es víctima de acoso y/o ciberacoso. Insultos, motes y burlas se llevan la palma en un listado de conductas que incluye, asimismo, el aislamiento, la rotura de objetos, las amenazas y las agresiones sexuales y físicas.

Las consecuencias son de sobra conocidas: ansiedad, intensos sentimientos de soledad, pérdida de la autoestima, depresión, conductas autolesivas –algunas, por desgracia, sin vuelta atrás–.

En su última gira de conciertos, justo antes de la potente versión de "Dime ramo verde", Rodrigo Cuevas habla de su experiencia personal respecto al acoso en la escuela y pide a las personas del público que se animen a gritar los motes con los que los intentaron minusvalorar. Comienzan a oírse entonces adjetivos y expresiones de todo tipo, en una especie de purga emocional que transforma el dolor recibido en fortaleza común, en cobijo colectivo.

"…ahora yo quiero decírselo a la cara, a aquel que nunca quiso empatizar, a aquellos que miraron pa otro lado, y a aquel que no deja ni ser ni estar..."

Según el informe de ANAR, algunas de las formas de acoso han disminuido con respecto al año pasado y alumnos y alumnas perciben, además, una mayor implicación del profesorado.

No resulta tan positivo, sin embargo, el aumento de insultos, motes y burlas o el notorio incremento de las conductas de ciberacoso, con tremendas y devastadoras consecuencias.

Quienes ejercen acoso suelen sentirse superiores, muestran predilección por el autoritarismo, justifican y normalizan el uso de la violencia (paradójicamente, puede que la hayan sufrido), con dificultades de control de impulsos, con carencias en cuanto a los límites, con notables inseguridades, miedos y frustraciones… Sus conductas son, con frecuencia, aprendidas por observación e imitación de personas adultas y de iguales y suelen mantenerse por el refuerzo que origina la sensación de poder, así como por las risas y la atención de los demás. También por el silencio cómplice…

Porque, casi la mitad de estudiantes del estudio reconoce que no hace nada ante situaciones que identifican como bullying.

En Finlandia se ideó, hace ya casi 20 años, el Método KiVa, que, además de trabajar con víctimas y agresores, tiene como objetivo implicar a quienes son testigos de las situaciones de acoso, para que sus reacciones no sirvan como estímulos reforzadores.

Debería extenderse fuera del ámbito escolar.

Las dosis diarias de agresividad e intolerancia a la que nuestra gente menuda y joven está expuesta socialmente no resulta inocua. Demasiada sobreexposición al viscoso odio que los matones vierten de forma venenosa y cobarde, especialmente, tras el amparo de las pantallas.

Y, por supuesto, no puedo (ni quiero) olvidarme de Palestina, del sufrimiento de millones de seres humanos y de cómo decenas de miles de niñas y niños están siendo asesinados, por bombas o por el hambre, solo por la avaricia de los Biff Tannen que gobiernan en el mundo y la indiferencia de quienes, pudiendo hacer, nada hacen.

De la indiferencia y la inacción se nutren quienes acosan.

Canta también Rodrigo Cuevas "…porque amar es el verbo de los valientes y en el odio solo hay miedo a los demás…".

Sé de sobra que no resulta fácil, pero debemos ser valientes para no callar, para no reírles las gracias, para no tolerar ningún acoso, para diluir el odio, para amar.

Somos más.

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