Opinión
El ejecutivo y Salomé y muchos versos
"La otra bestia", de Ana Rujas, llega al Niemeyer tras unas semanas en Madrid
Cuando uno mismo –la propia productora– define aquello que trae en las alforjas como "laboratorio íntimo en el que se mezclan teatro, poesía, ficción y autobiografía", el espectador no puede llevarse a engaño: "La otra bestia" es un laboratorio. Es teatro. Es poesía. Es ficción. Y también, autobiografía.
Sucede, sin embargo, que siendo tantas cosas en tan poco tiempo (1 hora y 25 minutos) termina no siendo nada y eso, al desocupado espectador, le desasosiega un rato.
O por lo menos a mí. Que uno va al teatro con el abanico abierto de par en par para aventarme toda la creación del mundo si es menester.
Pero antes de anoche no lo fue.
El Centro Niemeyer puso en escena "La otra bestia" que es un espectáculo que cuenta con una producción espectacular: una escenografía de Alessio Meloni, una proyección en directo (Alicia Aguirre) y una dirección participada por José Martret (el de la legendaria Casa de la Portera ). Martret, no hace mucho, dirigió "La infamia", un soliloquio sobre el secuestro de la periodista mexicana Lydia Cacho. Pedro Ayose, la otra mitad del tandem directivo de "La otra bestia", también estuvo en "La infamia" –era el ayudante de dirección– y también estuvo Meloni, nuevamente, al cargo de la escenografía. Acuérdense de los monólogos en el interior del coche y de aquellas proyecciones.
Lo que pasa en "La otra bestia" es precisamente que "La otra bestia" pasa de largo por los cuerpos y las mentes de los espectadores. Y pasa así porque las crisis -pongamos que hay más de una– se hacen teflón y el personal se pregunta: Salomé, los años pasados por el cuarentón, el padre controlador, el hijo controlado. ¿Dónde está Dios? ¿Nos preocupa? Hay un texto que va a trompicones, como el compromiso de los actores por lo que tienen que representar. Los actores empiezan a hacer decir a sus personajes, pero no terminan. Y eso es un incordio. Pero la culpa es del espectador, que ya venía avisado (acuérdense: lo del "laboratorio").
Hubo espectadores vencidos por la función –hacía tiempo que no sucedía–, que pusieron pies en polvorosa. Pero sólo fueron unos pocos. n
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