Opinión
¡Y llegó, llegó...!
Por un verano bonito en todos los aspectos
Tímidamente sí, pero llegó. Incluso algunos ya lo probamos. Hablo del bonito naturalmente. ¿Saben una cosa? Pues que creo que me resulta mucho más gratificante y menos lesivo para la salud comentar –desde esta atalaya de prensa– sobre cosas de tal enjundia, que meterme en charcos políticos tan denigrados y repelentes, como en los que hoy en día nos han sumergido; además de –ya que tampoco digo todo lo que pienso– por temor a las posibles consecuencias si lo hiciera. En cualquier caso, mejor así, porque me asusto de mí mismo si llegara a dar rienda suelta a lo que pienso en realidad. Así que vamos con lo que realmente importa. Vamos con nuestro bonito.
Pero antes que nada, felicitar al Real Avilés Industrial por su ascenso de categoría. Siempre es bueno para la ciudad desde el punto de vista económico y otros aspectos, tener a su equipo de fútbol en categorías superiores. Así pues, gracias y ¡enhorabuena!
Les comentaba en mi colaboración del pasado mes, que un día me remangaría y les haría llegar una receta de bonito, algo distinta. Bueno, pues ¿para que esperar más? Verán. Vamos a hacer un rollo de bonito algo distinto. A propósito; un aviso a mi pescadero de cabecera, Vicente, de la plaza de abastos de Avilés: «Vicente, que me vaya preparando Begoña un picadillo de bonito de ese especial que soléis apañarme, que salgo a por ello».
Vamos a preparar hoy un bonito para comer en frío. Una especie de fiambre de bonito. Las cantidades que en la receta describo, son siempre orientativas, aunque no deberían de alejarse mucho de las especificadas. Así que, ahí va. Un kilo y cuarto de picadillo de bonito; 200 gr de tocino en taquitos muy pequeños (bajo en sal) en supermercados lo encontrareis; una cebolla mediana; sal al gusto; un diente de ajo no muy grande; un ramillete de perejil fresco; 3 huevos frescos; un bol de miga de pan remojada en leche; 3 cucharadas colmadas de harina; 1/4 litro de aceite de oliva virgen extra y un vaso de sidra natural. Finalizaremos añadiendo pan rallado, para compactar la masa anterior hasta poder hacer los dos o tres rollos que nos salgan. Con los ingredientes reseñados, vamos a ir haciendo y mezclando tres bloques de tres ingredientes cada uno. Así pues, en un bol bien grande mezclaremos primeramente el picadillo de bonito, el tocino y la cebolla, muy, muy picada. Incorporaremos y mezclaremos con lo anterior ahora, el segundo bloque de otros tres ingredientes, añadiendo entonces la sal (al gusto) y el majado bien fino de ajo y perejil. Y en el tercer y último bloque de tres ingredientes, al añadiremos sobre todo lo anterior, tres huevos batidos, la miga de pan –bien escurrida de la leche– y las tres cucharadas de harina. Una vez ya todo bien mezclado, iremos añadiendo pan rallado hasta poder moldear y terminar de compactar los rollos de bonito.
En una fuente de horno bien pintada con aceite de oliva, vamos a colocar –bien embadurnados también de aceite– los dos o tres rollos que nos salgan. Depende de cada cual a la hora de hacer los rollos. Ya colocados los rollos en la fuente de horno, los regaremos con el cuarto de litro de aceite de oliva virgen extra y el vaso de sidra. Al final del proceso de horneado se habrá consumido todo el líquido, quedando los rollos totalmente secos. Tendremos el horno precalentado a 190 grados. Meteremos la bandeja ahora al horno con calor arriba y abajo durante media hora aproximadamente. Cinco minutos antes de acabar el proceso, pondremos calor sólo por arriba para dorar un poco los rollos, teniendo mucha observancia de que no se quemen. Concluido el tiempo, tendremos que dejarlo enfriar totalmente para poder cortarlo. Seguramente que nos habrá pegado algo, con lo que con extremado cuidado y con una espátula de cocina, procedemos a despegarlo. Queda muy rico ese «socarrat» que en algunos casos se da. Pues hemos acabado con este fiambre de bonito, que ha de comerse en frío. No olviden que aceite y sidra se habrán consumido por completo.
A propósito del bonito, tengo un buen amigo internacionalmente conocido que es José Gómez, presidente del grupo Jamones Joselito, acostumbrado como entenderán, a degustar por todo el mundo, bocados selectos allá donde los hubiere, y es el bonito y concretamente la ventrisca, plato de su predilección en Asturias, y que casi nunca falta en sus almuerzos de agosto, cuando llega a disfrutar de parte de sus vacaciones y recala en Avilés. Eso sí; poco hecha como a él le gusta. Así que ya sabéis, amigos hosteleros. Cuando vaya a vuestro local y os pida para comer ventrisca de bonito, no olvidéis sorprenderle con el bonito poco hecho. Y si encima le sacáis esa botellina de sidra fresquina que tanto gusta a toda la familia, miel sobre hojuelas. Cuidadín que tiene buenos amigos sidreros asturianos que le enseñaron en su momento a catar buena sidra, y escoger «palu». Nota al margen: si los taquinos de tocino de esta receta los sustituís por taquinos de jamón Joselito, enriqueceréis el plato no sabéis de qué manera.
¡Qué agradable y gratificante es cuando uno, no escribe de política! Ahora un ruego final a la Santina de Covadonga, para que proteja a Asturias, y proteja a España y que las mantenga lejos de corrupciones y personas que a ello se prestan.
En treinta días, a ver lo que toca. Saludos a mi compañero de sección Félix Lobato, que imagino –también a él– le gustará el bonito.
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