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Opinión

El precio del miedo

Diligencia para proteger a víctimas de maltrato

Dejó al que había sido su novio de toda la vida, cansada de reproches por su forma de vestir, que si el largo de la falda, lo ceñido de sus pantalones, el escote de la blusa. Empezó a tener miedo por su carácter crecientemente exigente.

Se divorció y asumió la custodia de sus dos hijos cuando ya no podía soportar más los gritos, las exigencias de madrugada cuando regresaba a casa sobrado de copas. Aceptaba sus exigencias y el aroma a alcohol cobre su cara, tratando de evitar que los gritos despertasen a sus hijos.

Dos casos reales ocurridos muchos años. No son dos islas en el océano, desgraciadamente. Hay quienes todavía piensan que el maltrato se refiere solo a las agresiones físicas objetivadas en un centro sanitario o en una comisaría.

Durante años se han desarrollado numerosas acciones para luchas contra el maltrato de las mujeres, traducidas en numerosas campañas informativas, desarrollo de normativas e implantación de medidas de protección para las víctimas.

Cuando dábamos por hecho que habíamos avanzado en la protección a las mujeres que sufrían maltrato, cuando pensábamos que el registro y seguimiento de los casos de Violencia de Género (VioGén) estaba ayudando a reducir el riesgo de esas mujeres, nos enteramos que el sistema ha dejado de ser todo lo eficaz y seguro que había sido anteriormente porque se produjo un cambio en la empresa adjudicataria del servicio, produciéndose una pérdida de continuidad en el traspaso de datos entre sistemas que ha podido afectar a algunos procesos judiciales en curso. A eso se ha sumado el cambio de las pulseras de geolocalización y alerta utilizadas hasta entonces para emplear otro modelo de menor seguridad, aunque, eso sí, de menor coste.

Pese a los condicionantes que supone la adquisición de bienes y servicios en el sector público y las posibles incidencias en el traspaso de datos entre sistemas, nada justifica la falta de diligencia en un asunto como éste, mucho menos el engaño o la evasiva.

Sólo quien no conoce el alcance del miedo y la inseguridad de las mujeres víctimas del maltrato puede restar importancia a esta grave incidencia. Muchos nos preguntamos cuál es el precio que los responsables del desaguisado han puesto al miedo de las víctimas, al temor a salir a la calle, irse a tomar un café con unas amigas o acudir a un concierto o al teatro.

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