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Opinión

La Ciudad Deportiva: oportunidad perdida y fracaso compartido

Un proyecto que debía consolidar la identidad avilesina acaba en otro municipio por falta de visión conjunta y errores en cadena

El reciente anuncio de que la futura ciudad deportiva del Real Avilés se levantará en Corvera, y no en Avilés, ha generado sorpresa, malestar y, sobre todo, una sensación de fracaso colectivo. No se trata únicamente de un proyecto deportivo, sino de un emblema simbólico, económico y social que debería haber quedado vinculado al municipio cuyo nombre lleva el club. Que ahora deba desarrollarse fuera de sus límites refleja, más allá de coyunturas puntuales, un problema de falta de estrategia y de debilidad institucional.

Algunos puntos del proceso ya están claros y permiten dimensionar la magnitud del problema. El club dirigió su apuesta a Corvera, concretamente a terrenos de Truyés, mediante subastas promovidas por el Ayuntamiento de Corvera. El proyecto arrastra sanciones, incumplimientos y necesidad de ajustes jurídicos. Por ejemplo, el club tuvo que abonar una sanción administrativa cercana a 77.557,43  euros para retomar su participación en la subasta. En una fase anterior, Diego Baeza renunció a la segunda subasta adjudicada alegando riesgo legal e irregularidades en el proceso, lo que implicó otra penalización aproximada de 60.000  euros. Corvera excluyó las tres ofertas presentadas por defectos formales, generando un nuevo impasse en el proceso.

La versión oficial indica que el Ayuntamiento de Corvera pretende agilizar los trámites urbanísticos y administrativos como ventaja comparativa frente a otros municipios, en especial frente a Oviedo o Siero. Estos hechos muestran que no fue un simple traslado de terreno, sino un desenlace condicionado por sanciones, renuncias y decisiones administrativas que debilitaron la posición del club y del municipio de Avilés.

La narrativa fácil sería señalar a un único culpable. Sin embargo, lo sucedido es el resultado de una suma de errores. La directiva del Real Avilés, presidida por Diego Baeza, no ha sabido blindar jurídicamente el proyecto ni gestionar con solidez las adjudicaciones y subastas de terrenos, generando renuncias y sanciones. El Ayuntamiento de Corvera ha mostrado mayor agilidad administrativa y urbanística, aprovechando los vacíos legales y moviéndose con rapidez, aunque con pliegos y exclusiones que generaron inseguridad jurídica. No se trata de reproche, sino de constatar que en la competencia territorial gana quien combina recursos y eficacia. El Ayuntamiento de Avilés aparece como el actor más cuestionado por su falta de iniciativa. No planteó alternativas que garantizaran el arraigo del proyecto, dejando a la ciudad sin un símbolo estratégico de cohesión, economía y deporte.

La responsabilidad también alcanza a los órganos técnicos y jurídicos municipales, encargados de formular pliegos, evaluar ofertas y garantizar seguridad administrativa. Los defectos formales que llevaron a la exclusión de propuestas revelan falta de rigor en la tramitación, generando retrasos y desincentivando a los implicados. A ello se suman factores estructurales: escasa disponibilidad de suelo urbano, rigidez normativa, costes de urbanización y competencia entre municipios por atraer proyectos deportivos y culturales. Avilés no supo adaptarse a este escenario, mientras Corvera jugó con mayor astucia.

El resultado es claro: la ciudad deportiva se marcha de Avilés no por azar, sino por una concatenación de fallos de gestión, lentitud política y torpezas técnicas. La gran perjudicada es la ciudadanía avilesina, que ve cómo su club pierde arraigo territorial y la ciudad deja escapar un motor de dinamismo económico y social. Como escribía Ortega y Gasset, "ser de un lugar es tener la obligación de mejorarlo". La pregunta incómoda es quién está cumpliendo esa obligación y quién, con su pasividad o errores, permitió que el proyecto se marche. En definitiva, "Avilés pierde patrimonio simbólico por la torpeza de quienes deberían haberlo defendido".

Aunque la decisión parece encauzada hacia Corvera, aún caben alternativas si hay voluntad política y compromiso real. El Ayuntamiento de Avilés podría ofrecer suelo alternativo viable, garantías jurídicas y apoyo institucional al club. El Real Avilés necesita reforzar planificación contractual y evitar errores que puedan generar sanciones. Y el Gobierno del Principado podría mediar, considerando el proyecto de interés regional, evitando que la rivalidad municipal fracture un símbolo deportivo compartido. La ciudad deportiva no se va a Corvera por azar, sino porque en Avilés faltó política y sobró resignación. Esa es la conclusión amarga, pero también la oportunidad: aprender de este fracaso para que otras iniciativas no se escapen entre las manos.

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