Opinión
La tómbola del Nobel de la Paz
El día que recuerdo haber pasado más vergüenza en mi vida fue cuando, con ocho o nueve años, mis padres me llevaron a Las Meanas, la víspera de San Agustín, se acercaron a una tómbola que rifaba pollos vivos y les tocó uno. Recuerdo que luego, subido en los caballitos, veía a mi madre con el pollo en brazos y deseaba ser huérfano con todas mis fuerzas.
Por aquel entonces estaban de moda las rifas. En la escuela rifaban bofetadas, la policía rifaba palizas y en las tómbolas se rifaba de todo. Aquella a la que me refiero rifaba pollos vivos y esta, a la que voy a referirme, rifa premios Nobel de la Paz que algunas veces, demasiadas, también dan mucha vergüenza.
Comparar a los Nobel de la Paz con una tómbola no es gratuito. Es porque ya son muchos casos en los que la famosa institución sueca sale malparada al descubrirse tramas de lobbies secretos y sobornos de todo tipo.
Este año, Trump había comprado muchas papeletas y creía que tenía muchas posibilidades de llevarse el premio, pero se quedó con las ganas. Está que trina, no se lo explica. Cuando vio el resultado dijo por boca de su portavoz en la Casa Blanca que en Suecia anteponen la política a la paz. Se queja de que la rifa estuvo amañada.
Seguro. Que las opciones fueran darle el premio a Donald Trump o a Corina Machado certifica la decadencia de un galardón que si le quitamos el envoltorio queda a la altura de la Chochona o el perrito piloto. Es inútil que se esfuercen en ocultarlo, ha vuelto a pasar lo que viene pasando desde hace tiempo, que el ganador no se lo merece. Tampoco nosotros merecemos que en las redacciones de los periódicos, después de las risas, en vez de denunciar el apaño, corran a inventarse méritos para justificar el premio.
El Nobel de la Paz viene siendo un sarcasmo casi desde su creación. Entre quienes fueron candidatos están Adolf Hitler, Iósif Stalin y Benito Mussolini. También Mahatma Gandhi fue candidato en cinco ocasiones, pero nunca se lo dieron. Y, como tiene que haber de todo, hubo premiados honestos. Lê Dúc Tho y Henry Kissinger, premiados por el fin de la guerra en Vietnam, rechazaron el premio. El vietnamita lo hizo en el acto y el americano, que tampoco asistió a la ceremonia, lo hizo años después, devolviendo la medalla y alegando que no se había alcanzado una verdadera paz.
Alfred Nobel dejó escrita una descripción clara del candidato ideal para el galardón de la Paz: "La persona que más o mejor haya contribuido a fomentar la hermandad y la paz entre las naciones y la abolición o reducción de los ejércitos permanentes".
Los méritos de María Corina Machado, quien lleva años intentando dar un golpe de Estado contra el dictador Maduro, no parece que se ajusten mucho a los postulados del filántropo sueco. Que los de Trump se ajusten todavía menos no convierten a la premiada en merecedora de un galardón del que la paz volverá a sentirse avergonzada.
No les puedo contar, porque no lo recuerdo, si aquel pollo que tanta vergüenza me dio, luego me lo tuve que comer con patatas. Es muy probable, igual que este y los que seguramente vendrán.
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