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Opinión

Qué mal perder tenemos

Cómo nos influye nuestra natural aversión a la pérdida

Puede que alguna vez se hayan preguntado qué mecanismo psicológico hizo que, en un momento dado, compráramos papel higiénico como si no hubiera un mañana.

O quizá hayan observado cómo personas adultas y aparentemente funcionales corren el riesgo de partirse la crisma tirándose en plancha cuando se lanzan caramelos en los desfiles.

Las investigaciones de los psicólogos Kahneman y Tversky muestran cómo los seres humanos mostramos resistencia ante el impacto emocional que puede conllevar una posible pérdida. Nos gusta ganar, pero no tanto como nos molesta perder. El dolor de perder es, a nivel psicológico, el doble de fuerte que el placer de ganar.

En nuestra vida cotidiana, esta aversión a la pérdida puede influirnos de forma sustancial, en nuestras acciones y en nuestras decisiones, casi sin que nos demos cuenta, especialmente ante situaciones en las que:

percibimos escasez.

"Últimas unidades", "Hasta agotar existencias", "No se pierdan esta oportunidad"… Seguro que han visto estas y otras muchas fórmulas de venta que, muchas veces, nos llevan a comprar algo que ni siquiera necesitamos. La percepción de escasez siempre genera demanda. Por eso se agotó el papel higiénico en los inicios de la pandemia. Ante rumores de escasez se despierta nuestro interés simplemente porque pensamos que "si algo escasea no podemos quedarnos sin ello".

percibimos una amenaza.

Entender cómo reaccionamos cuando algunos agentes sociales, económicos y políticos plantean una amenaza. Véase, por ejemplo, el mensaje de las aseguradoras y de las empresas de alarmas con el tema de la sobredimensionada ocupación; o el eslogan en los autobuses británicos que decía "vamos a recuperar 250 mil millones de libras que cedemos a la UE cada semana", que era mentira, pero ayudó al Brexit; o la consigna en USA de "vamos a hacer América grande otra vez" que moviliza electorado porque activa claramente el deseo de no perder o de querer recuperar lo supuestamente perdido.

percibimos competencia.

La competencia intensifica nuestro deseo, ya sea respecto a compras, romances o caramelos en los desfiles. La posibilidad de perder algo frente a un rival, nos coloca en un eufórico entusiasmo. Es una respuesta operante. Nos quieren quitar algo y sale la respuesta casi refleja "mío, no me lo vas a quitar".

Los racistas mensajes con los que algunos pretenden convencernos de que la población migrante viene a quitarnos derechos, trabajos o seguridad están basados precisamente en esto. La estrategia del penúltimo contra el último pretende que veamos competencia en quien tiene menos y no dirijamos nuestra mirada a quienes en realidad acaparan de forma obscena.

También las totalmente inventadas proclamas de los sionistas acerca de ‘su’ tierra prometida les sirven para colocar al pueblo palestino como competidor y justificar, así, el horrible genocidio al que asistimos en vivo y en directo.

percibimos un prohibición

¿Recuerdan cuando, siendo adolescentes, nos prohibían algo? Se solía multiplicar el deseo de llevarlo a cabo. Por no perder la sensación de libertad, hay a quien le cuesta adaptarse a normas como la de no fumar en lugares públicos o la de no beber alcohol si se conduce. Al hilo de esto, también vimos cómo, al querer regular la llamada "comida basura", hubo representantes políticos, ya talluditos por cierto, que se grabaron comiendo todo tipo de chuches y chocolatinas. Rebeldía siglo XXI.

Les dejo tarea: pueden dedicarse en algún ratín que tengan a observar si lo que piensan, sienten y hacen pudiera estar influido por alguna de estas modalidades de aversión a la pérdida.

A ver lo que encuentran.

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