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Opinión

Sobre la inteligencia artificial

Un falso progreso que es enemigo del hombre

Cerrarse al progreso no es bueno, entregarse a sus encantos sin razonar es una locura.

Lo peor de la Inteligencia Artificial (IA) no es lo que hoy se puede hacer con ella, sino pensar lo que se podría conseguir en un futuro no muy lejano, una vez superadas las barreras morales, éticas y espirituales. La historia demuestra , sin ambages, que cada paso que da la ciencia en busca de un avance ilimitado se convierte en el inicio de un salto cuántico posterior de alturas insospechadas , donde se deja en el camino las razones humanas, el equilibrio del universo y la medida prudente de las cosas: ciencia sin conciencia no es más que ruina del alma.

En nombre de una eventual prosperidad de la especie humana se han cometido crímenes bestiales y se han desencadenado ataques insospechados de proporciones colosales. Resulta muy fácil dejarse llevar por vacuas promesas de paraísos artificiales, mundos de lujos y prebendas y sociedades repletas de magnas pertenencias y esperanzadores sueños , mediante la puesta en aplicación de técnicas novedosas, algoritmos ultramodernos y una ingeniería informática de logros impensables.

Cuanto más se avanza en el ámbito material menos dificultades existen para detener las ilusiones o despropósitos prometeicos de unos pocos iluminados que desean sustituir a Dios o el Creador del universo por un ser humano robotizado, rodeado de aparatos y compuestos sofisticados con la finalidad de lograr una humanidad a la medida de sus insanas ideas y desaforados proyectos personales, donde sobresalen con letras mayúsculas sus beneficio económicos y un poder absoluto sobre sus semejantes .

Lo malo del falso progreso es que no se detiene y lo que en un principio era útil para el hombre se convierte, poco después, en su principal enemigo.

Por desgracia, el destino de la IA ya está decidido por quienes mandan y gobiernan el mundo a su antojo, seres carentes de principios y valores espirituales, ajenos a la riqueza interior, y nada les detendrá, salvo que acontezca algo imprevisible que sus conciencias enfermas y refinadas técnicas especiales no hayan podido calcular, detectar o imaginar.

La ambición desmesurada es como la mentira, tiene los pies muy cortos. Las escrituras sagradas nos hablan del final de la torre de Babel cuyos constructores querían llegar al cielo y las leyendas sapienciales de la cruel y terrible extinción de la Atlántida, la civilización más avanzada de su tiempo, por un alejamiento continuo y creciente de lo divino.

Los verdaderos alquimistas que sabían los secretos de la materia se negaron, una y otra vez, a facilitar sus profundos conocimientos sobre la energía en aras de la salvación del planeta , al no fiarse de la imprudencia y los egoísmos humanos. Desde el lanzamiento de las dos primeras bombas atómicas en 1945 sobre la indefensa población civil japonesa el hombre corre el riesgo de desaparecer en un fugaz instante sin dejar rastro alguno sobre la faz de la Tierra , como les aconteció a los dinosaurios en tiempos antediluvianos.

La locura de una mente que no conoce el silencio ni la paz interior, cegada por el poder y el afán de notoriedad, no guarda límites .

Una sociedad invadida de robots, máquinas y artilugios extraños que intentan suplir las naturales inclinaciones, las aficiones y los deseos personales por una excesiva comodidad y un apego desmedido a la pérdida de lo esencial, ofrece un cuadro deprimente y desgarrador, como el sugerido por quienes pretenden vivir alegres y confiados en búnkeres cerrados tras una eventual y posible explosión nuclear a escala mundial .

Si se desarrollaran como es debido las facultades mentales, las virtudes morales, la educación y el respeto en su más alto grado no habría ninguna necesidad de poner en peligro la civilización ni de desviarse del sendero correcto.

Quienes engañan al prójimo prometiéndole que va a vivir cientos de años sin enfermedades ni vejez y con unas posibilidades inimaginables en todas las áreas del saber, no confían en el ejemplo conmovedor de la bondad , en el poder del amor puro y transparente, en la victoria de la luz sobre la oscuridad ni en todas aquellas verdades, luchas y sacrificios que engrandecieron el alma, elevaron la inteligencia y purificaron el corazón.

Siempre que el hombre inventa una máquina termina superado por ella o se transforma en su fiel esclavo y servidor .Los amigos de una sociedad artificialmente desarrollada a cualquier precio piensan que todo vale si es a cambio de obtener un alto bienestar y una visión virtual y mecánica de la existencia . Los pocos sabios que en el mundo han sido nos advirtieron , mas de una vez, del enorme riesgo de abandonar el cultivo de la inteligencia y la conciencia superior por supuestos descubrimientos ajenos al discurrir del noble sentimiento y la fecunda razón .

Poner en peligro a la raza humana y el planeta en que habita no es ningún avance ni conlleva ninguna ventaja; mejor que colonizar nuevos planetas es humanizar el lugar donde vivimos; antes que hablar con utensilios absurdos y dar órdenes a fabricaciones ultramodernas es preferible aprender a ser feliz, hacer bien al prójimo ,no temer la muerte y acrecentar las ilimitadas y desconocidas facultades cerebrales.

Ir a buscar fuera –lo artificial–, lo que se tiene dentro, lo natural, es un grave error de incalculables consecuencias.

El hombre de este ciclo vital necesita de manera urgente más tiempo para pensar, amar y conocer el universo que le rodea. Quienes hablan de lo que será el mundo a treinta años vista con la inteligencia artificial y otros productos similares no se detienen a considerar si ese mundo puede llegar o, en caso de que acontezca, merece la pena que existiese.

Si hubiera más amor las cosas se pondrían mucho mejor, son pocos, cada vez menos, quienes aspiran a despertar y seguir el camino del cielo .

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