En 2019 el cambio climático se ha afianzado en la agenda política, mostrando la preocupación creciente de la ciudadanía, con los jóvenes a la cabeza. Se han presentado nuevas oportunidades y compromisos empresariales para la descarbonización, como se vio en la cumbre del clima de Naciones Unidas de septiembre. El sector financiero sigue haciendo esfuerzos para alinearse con los objetivos climáticos, como muestra el reaprovisionamiento del Fondo Verde para el Clima, el aumento de la información por parte de inversores y gestores sobre su exposición al riesgo de carbono y el anuncio del Banco Europeo de Inversiones de que no financiará combustibles fósiles a partir de 2021 y dedicará el 50% de sus fondos a proyectos verdes.

Sin embargo, el liderazgo político que amparó el Acuerdo de París flaquea. Hay pesos pesados en materia de emisiones (EE.UU) y liderazgo climático (Francia) cuyos líderes no estarán en Madrid. Donald Trump ha anunciado que EE.UU. se retirará del Acuerdo de París tras las elecciones presidenciales, la ralentización del crecimiento económico de China ha atemperado las expectativas sobre su nuevo compromiso determinado, y el bloqueo por Brasil de las negociaciones sobre mecanismos de cooperación podría ponerlo en peligro. Por otro lado, las protestas desde Francia a Chile por la subida del precio de los combustibles y del transporte público indican la importancia de diseñar políticas aceptables y justas para la ciudadanía.

Así las cosas, ¿qué se puede esperar de la COP 25 en Madrid? Varios temas centrarán las negociaciones. La conclusión de las reglas que quedaron pendientes en la COP 24 de Katowice significa llegar a un acuerdo sobre los periodos de implementación de los compromisos determinados a nivel nacional (NDCs). Además, se trabajará en las guías de implementación del artículo 6 del Acuerdo de París sobre mecanismos de cooperación. Otras de las cuestiones en liza son evitar la doble contabilidad de las reducciones de emisiones, incluir los ajustes contables correspondientes para preservar la integridad del Acuerdo, acordar los años base de referencia, determinar las cuestiones de adicionalidad en los intercambios de emisiones, la transición entre los mecanismos de flexibilidad del Protocolo de Kioto y los del artículo 6, cómo se usarán los ingresos de los mecanismos de flexibilidad, el funcionamiento del Mecanismo de Varsovia de Pérdidas y Daños, y analizar el apoyo tanto financiero como al desarrollo de capacidades.

Para España, la organización de la COP 25 entraña riesgos, dado el poco tiempo que se ha tenido para organizarla. Además, es una cumbre de carácter técnico, de difícil comunicación a la ciudadanía, lo que merma su impacto mediático pese a ser clave para llegar a 2020 con compromisos y estrategias de descarbonización más ambiciosas. Pero también ofrece oportunidades para España, que podría beneficiarse del impulso que, según los estudios, supone la celebración de cumbres climáticas para adoptar legislación climática nacional y de asumir un mayor liderazgo climático en la UE y con América Latina. En todo caso, el tiempo juega en nuestra contra y si no actuamos con inteligencia y generosidad, nuestros hijos y nietos tendrán un gravísimo problema del que seremos los únicos responsables.