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Planeta

El clima provoca un récord de desplazados pese a la pandemia

Más de 40 millones de personas se vieron forzadas a abandonar su hogar en 2020, la cifra más alta en una década

¿Estamos dispuestos a seguir con las restricciones para salvar el planeta?

El año pasado quedará fijado en la memoria colectiva como el del encierro frente a la pandemia, con gran parte de la población sin apenas salir de casa para evitar ser contagiado o contagiar. Pero para otros muchos, por desgracia, 2020 fue todo lo contrario. Estuvo marcado por el movimiento. A pesar de la pandemia, batió el récord de la última década en desplazados internos: 40 millones y medio de personas en el mundo se vieron forzadas a huir de su hogar, sin cruzar las fronteras de su país de origen. La inmensa mayoría (más de 30 millones) por causas relacionadas con el clima, como tormentas, inundaciones, huracanes e incendios, según un reciente estudio del Internal Displacement Monitoring Center (IDMC), una organización no gubernamental que rastrea los datos de desplazados en todo el planeta. En el resto de casos, el motivo tuvo que ver con los conflictos políticos y la violencia.

Mientras la emisión de gases de efecto invernadero continúa al alza, los desastres relacionados con el clima se han casi duplicado durante las dos últimas décadas, una franja temporal en la que se han registrado los 19 años más calurosos desde que existen cifras para medir el fenómeno. Y el 95% de los desplazamientos del pasado año, explica el informe, “tuvieron lugar en los países más vulnerables al impacto del cambio climático”.

Nada hace pensar que esta tendencia vaya a revertirse en el futuro más próximo. Hace un par de meses, una investigación de la Universidad Politécnica de Zurich llevó a cabo un vaticinio inquietante y al mismo tiempo muy conservador: si la población mundial se mantiene estable, el peligro de desplazamientos provocados por inundaciones aumentará un 50% por cada grado de calentamiento global. Pero la población no se mantiene estable, de momento. Continúa creciendo. Así que el riesgo, en realidad, es bastante mayor. Incluso en el caso de que los compromisos recogidos en el Acuerdo de París, el tratado internacional aprobado en 2015, acaben cumpliéndose y el calentamiento global se mantenga por debajo de los dos grados respecto a los niveles previos a la revolución industrial (algo sobre lo que existen serias dudas), el riesgo de desplazamientos, concluye el estudio, ascenderá a finales de siglo hasta el 110% si los datos demográficos mantienen su evolución actual. Y si las emisiones continúan como hasta ahora, podría llegar al 350%.

Nuevos desplazamientos en 2020.

El tercer año más caluroso

“El año 2020 fue el tercero más caluroso desde que existen registros, continuando con la tendencia de temperaturas globales en ascenso. Las estaciones monzónicas son cada vez más largas. Las precipitaciones han aumentado en varias zonas del planeta. Los niveles globales de los océanos continúan subiendo, así como las temperaturas del mar, algo que propicia ciclones tropicales más devastadores. Las sequías duran ahora más y tienen más capacidad de destrucción”, resume el informe sobre el número desplazados durante el pasado año.

En una de los más perversos ejemplos de desigualdad en la era moderna (que los científicos denominan Antropoceno, caracterizado por alteraciones geológicas provocadas por los seres humanos), aquellos que menos culpa tienen en la polución de la Tierra, al ser más pobres y contaminar menos, son quienes más sufren sus consecuencias. Un reciente análisis publicado en la revista ‘Nature’ concluyó que el 10% más rico era responsable del 40% de todo el daño medioambiental, incluido el cambio climático, mientras que el 10% más pobre solo provocaba menos del 5%. Y entre los perjudicados, los niños son quienes se llevan la peor parte. Más de los 23 millones de desplazados durante 2020 (casi el 60% del total de 40 millones y medio) eran menores: 7,2 millones tenían cuatro años o menos y 12,8 millones, entre cinco y catorce.

Ciclones y terremotos 

En mayo del pasado año, el ciclón Amphan azotó las costas del este de la India y Bangladés con ráfagas de hasta 185 kilómetros por hora, destruyendo viviendas, instalaciones eléctricas, vehículos, árboles. Provocó cinco millones de desplazados y más de 100 muertos. “Nunca antes había visto un desastre así. Ha dejado un rastro de devastación más allá de lo imaginable”, dijo entonces la jefa del Gobierno del estado indio de Bengala, Mamata Banerjee. Tan solo unas semanas más tarde, de nuevo en Bangladés, las lluvias torrenciales sumergieron más de un cuarto del país, echando a perder lo poco que tenía la población de la zona. 

En cifras globales, que hay que tomar con cautela y probablemente se queden cortas porque la pandemia ha dificultado su recopilación, Asia fue el continente con mayor número de desplazados: cinco millones en China, casi cuatro y medio en Bangladés, la misma cifra en Filipinas y cerca de cuatro en India. Pero el fenómeno va mucho más allá.  

En noviembre, dos devastadores huracanes, Eta e Iota, azotaron Centroamérica, uno detrás de otro. Más de 1,7 millones de personas se vieron forzadas a abandonar sus hogares. Todas las 156 viviendas de Wawa Bar, una pequeña comunidad de indios misquitos en el noreste de Nicaragua, por ejemplo, quedaron inutilizadas. Los huracanes en el Atlántico desplegaron una virulencia nunca antes vista, poniendo de manifiesto que el calentamiento, como sugieren varios estudios, está provocando que sean cada vez más frecuentes, más destructivos.

La responsabilidad

“Las percepciones erróneas sobre el desplazamiento de personas provocado por los desastres asociados al clima siguen siendo muy persistentes, y tienen importantes consecuencias en las personas y las políticas que se aplican –concluye el informe del IDMC-. Incluyen ideas como que los desastres son naturales, cuando el factor humano tiene mucho que ver. Que el desplazamiento suele durar poco porque quienes lo sufren vuelven a su lugar de origen a corto plazo, cuando a menudo la situación se prolonga en el tiempo. Que los desastres a pequeña escala no son preocupantes, cuando dañan las vidas de los afectados y amenazan el desarrollo. (…) Tenemos que centrarnos en reducir los riesgos. Tenemos que reconocer nuestra responsabilidad”. 

Las causas de los desplazamientos.

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