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Una entidad comprometida

El Llosalín, fundado en el año 2000 y que cuenta con una plantilla de veinticinco jugadoras, acaba de donar material deportivo a una escuela de fútbol de Costa de Marfil

Componentes del Club de Fútbol Llosalín, antes del partido ante el Urraca del pasado fin de semana. LLOSALÍN

Érase una vez un grupo de chicas que a finales de la década de los 90 vivió en primera persona la desaparición del Covadonga femenino y se vieron abocadas a buscar una solución para seguir disfrutando de su deporte favorito. El cuento tuvo final feliz, ya que con la ayuda de padres y colaboradores se arrimaron al por aquel entonces club de fútbol sala Ribera de Arriba. Así estuvieron una temporada hasta que las propias jugadoras decidieron caminar solas y en la temporada 2000-01 nació el Llosalín, un club de fútbol femenino que ha ido evolucionando con el paso de las temporadas hasta convertirse hoy en día en una de las entidades de referencia.

Al frente del Llosalín está Sandra Fernández, presidenta y jugadora. Está ella, pero el proyecto es de todas las jugadoras, cuerpo técnico y directiva "porque aquí colaboramos todos", dice. Quizá ese sea el secreto del éxito de la trayectoria del Llosalín, que la propia Sandra traduce en una palabra: "Compromiso". La presidenta recuerda que los comienzos "no fueron fáciles", aunque gracias al esfuerzo y trabajo desinteresado por parte de mucha gente el club fue creciendo poco a poco. "Ha cambiado mucho y ha habido una evolución tanto en la calidad como en la cantidad de jugadoras. Todavía recuerdo cuando íbamos a entrenar cinco personas. Ahora, somos 20 o 21, el compromiso de todas en muy grande".

Actualmente, el equipo, que juega sus partidos en Bueño y en la actualidad es el único equipo de Ribera de Arriba, cuenta con 25 jugadoras que compaginan el deporte con el trabajo o estudios. La familia del Llosalín se completa con el cuerpo técnico encabezado por Iván Pérez y la junta directiva. En la entidad todos aportan su granito de arena para que el proyecto siga cogiendo fuerza. Y digo todos, porque el Llosalín cuenta con alrededor de 200 socios que apoyan cada fin de semana a su equipo. "Además del compromiso, en el club hay muy buen ambiente, y ese es otro de los secretos de nuestro vestuario". La entidad se nutre económicamente de las subvenciones que recibe del ayuntamiento, además de los socios, venta de lotería y patrocinadores, que este año son Dogger Salón Canino, Tintal y Kaisen Sushi Bar.

Deportivamente, el Llosalín milita en categoría regional y tras once jornadas disputadas ocupa el puesto quinto de una clasificación liderada por el Oviedo Moderno B. El último partido, el de la pasada jornada, el Llosalín empató (1-1) en el feudo del Urraca, uno de los equipos debutantes de la presente Liga. "Nuestro objetivo es quedar lo más arriba posible y mejorar la clasificación de la pasada temporada", dice Sandra.

Uno de los handicaps con los que tiene que luchar el Llosalín es con el trato que recibe del Ayuntamiento de Ribera de Arriba, que en ocasiones le pone trabas a cuestiones que se podrían solucionar con sentido común. Un ejemplo de tantos: "Cuando llueve pedimos entrenar en el polideportivo del colegio, pero el ayuntamiento no nos da permiso porque dice que después no hay servicio de limpieza".

Al margen de todo, el proyecto del Llosalín va mucho más lejos. No sólo es jugar al fútbol y divertirse, que también, sino que la entidad de Ribera de Arriba tiene su lado solidario. A lo largo de todos estos años, el club ha cambiado varias veces de equipación. Pues bien, todas esas camisetas, pantalones, polos y demás prendas deportivas estaban arrinconadas en un armario y el club tomó la decisión de deshacerse de todo ello. ¿Cómo? "La donamos", subraya Sandra. "Hace tres años, mirando las equipaciones antiguas pensamos en darles una segunda vida y por eso decidimos donarlas", explica la presidenta y jugadora del Llosalín. A pesar de lo que pueda pensar la gente, el proceso no fue fácil. Una parte fue a parar a la Asociación de Refugiados del Pueblo Saharaui y la otra se fue destino a Costa de Marfil. "A través de internet encontré un proyecto de dos españoles que había fundado una escuela de fútbol allí, me puse en contacto con ellos y les enviamos el material", explica. En concreto, la ropa deportiva del Llosalín recaló en la Escuela de Fútbol Afi Sudcomoe, que cuenta con alrededor de 50 niños. "Nos mandaron fotos de los niños con las camisetas y se agradece mucho", dice Sandra, uno de los pilares (son cerca de 30) del Llosalín, un club comprometido.

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