Sesenta años de la muerte del dramaturgo cangués Alejandro Casona: una buena ocasión para reivindicar su figura

En septiembre de 2025 se cumplirán seis década del fallecimiento del autor de "La dama del alba", uno de los literatos más fecundos de Asturias

Una imagen de Alejandro Casona, en el recinto dedicado al autor en Besullo

Una imagen de Alejandro Casona, en el recinto dedicado al autor en Besullo / D. Á.

Francisco García

Francisco García

El 16 de septiembre de 2025 se cumplen sesenta años de la muerte de uno de los cangueses más ilustres y uno de los literatos más fecundos que dio Asturias durante el pasado siglo: Alejandro Rodríguez Álvarez, el genial dramaturgo más conocido como Alejandro Casona (Besullo, Cangas del Narcea, 23 de marzo de 1903-Madrid, 17 de septiembre de 1965). Falleció en la capital de España a causa de una dolencia cardíaca quien había nacido en Besullo en 1903 y permanecido en el exilio desde 1937 hasta tres años antes de su deceso. «He vuelto porque tenía hambre y sed de España», manifestó al regresar. Antes de su obligado retiro hispanoamericano, con última parada en Argentina, Casona había ganado en 1932 el Premio Nacional de Literatura por “Flor de leyendas” y un año después el Lope de Vega de la mano de “La sirena varada”. Dramaturgo, poeta, ensayista y autor de numerosos artículos, su figura merece volver a reivindicarse en las cercanías de cumplirse seis décadas de su fallecimiento.

Nieto de un herrero, hijo de maestros -Gabino Rodríguez Álvarez y Faustina Álvarez García-, su vocación docente procede de su familia. Y su amor por su tierra asturiana, tan de manifiesto en su obra, emparenta con los traslados frecuentes de sus padres para ejercer el magisterio, lo que le llevó a vivir épocas en Villaviciosa y Gijón. Cangas y la costa, montaña y mar. Su adolescencia y mocedad transcurrió en Palencia y Murcia. En esta última ciudad estudio en la Escuela Normal para maestros, en la Facultad de Filosofía y Letras y en el Conservatorio de Música. Hubo una época en que trabajó como actor en un grupo de cómicos de la legua.

Alejandro Casona

Alejandro Casona / LNE

Tener estudios de magisterio y el ejemplo familiar hizo que Casona desarrollara un extraordinario afán docente, como puso de manifiesto su participación en las Misiones Pedagógicas de la II República. El 29 de mayo de 1931 se creó esta entidad, dependiente del Ministerio de Instrucción Pública y ejemplo del viejo sueño krausista, con el objetivo de “difundir la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, con especial atención a los intereses espirituales de la población rural”. Manuel Bartolomé Cossío, presidente del Patronato, ofreció a un joven maestro Alejandro Casona dirigir el Teatro del Pueblo, la compañía ambulante de las Misiones Pedagógicas. «Si algo serio he aprendido sobre pueblo y teatro, fue allí donde aprendí”, explicó el autor cangués, que durante cinco años estuvo al frente de una iniciativa ambulante que recorrería más de 300 pueblos de España. Así, se convertiría también en adaptador del teatro clásico español para los niños de la República, sin olvidar que fue un excelente traductor de obras de Strindberg, Voltaire o De Quincey.

Como recordaba Evaristo Arce en el suplemento de Cultura que LA NUEVA ESPAÑA dedicó al autor cangués en 1990, a los 25 años de su muerte, “como dramaturgo y como autor, ha venido representándose y reimprimiéndose, con relativa regularidad, dentro y fuera de España, lo cual quiere decir que si no está de moda tampoco está pasado de ella. Tras el éxito —temprano, pero no fácil ni inmerecido— y al cabo de un largo exilio —que fue su segunda naturaleza—, Casona recobró, como en un renacimiento, la presencia y eso que llamamos comúnmente gloria, que ciertamente le pertenecía y a la que, en un vaivén histórico inevitable, suele seguir un tiempo de penumbra: de sombras y ecos, más que de luces y voces”. El literato, no siempre reconocido como merece en su región natal, supo conciliar asturianismo y universalidad.  

Alejandro Casona

Alejandro Casona / LNE

«Yo hago el teatro que me sale y responde a mí por su sinceridad. Nunca he escrito sirviendo ideas o afectos ajenos. Como decía el poeta, el vaso es pequeño, pero limpio y mío», dijo en alguna ocasión. A juicio de Arce, “tampoco mintió nunca fuera de la literatura. Por eso, si hay algún rasgo que le define y que le enaltece es la autenticidad. Frente a los simuladores y a los indecisos y tibios de espíritu, Casona fue un hombre entero y total”.

A unos meses del sesenta aniversario de su muerte, Casona merecería el homenaje no solo de su concejo natal, sino sobre todo de una región que no puede dejar más tiempo en el olvido a uno de sus mejores literatos.

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