"Bartuelo", el vecino de Besullo que conoció a Alejandro Casona de niño

"Siempre estaba leyendo, escribiendo o estudiando", cuenta Antonio Fernández Gayo del dramaturgo cangués

Antonio Fernández Gayo

Antonio Fernández Gayo

Francisco García

Francisco García

Antonio Fernández Gayo, "Bartuelo", un campesino trece años más joven que él que vivió sus últimos años de la agricultura y de sus cuatro vacas, conoció bien a Alejandro Casona. Y así lo contó a LA NUEVA ESPAÑA en septiembre de 1990, al cumplirse el primer cuarto de siglo del fallecimiento del escritor. "Este era un pueblín muy guapu, pero dentro de poco será una residencia de ancianos; los jóvenes no se casan y uno piensa para qué ha luchado tanto mientras ve que las casas se caen".

"Bartuelo" conoció a Casona "desde chavalín. Recuerdo que cuando iba con mi padre a sembrar nabos, Alejandro estaba siempre bajo un castaño que está ahí arriba, sobre el pueblo, sentado a la sombra leyendo, escribiendo o estudiando". Según cuenta, Casona era un hombre "muy serio y formal" y "bondadoso". Recuerda que "una vez le robaron la chaqueta y él se quedó tan tranquilo. Yo le dije, "¿pero no te importa que te hayan robado la chaqueta?", y él respondió: “El que la cogió la necesitaría más que yo”. Le apasionaba la caza.

"Le gustaba mucho ir a cazar, aunque yo nunca fui con él porque estaba muy metido por las labores de la agricultura". De su época juvenil, cita una anécdota. "Cuando yo tenía trece años, estaba Alejandro bañándose en el río con otros chavales. Yo estaba con un grupo de amigos por allí cerca y veíamos cómo se bañaban muertos de rabia, porque no teníamos bañadores ni calzoncillos, y no íbamos a bañarnos enseñando la “meruca”. Así que con estas cogimos piedras y empezamos a tirárselas. ¡Menuda descarga de misiles! Mira que éramos burros, porque con una piedra de aquellas le abrías la cabeza a un chaval".

Y así continuaba "Bartuelo" el relato: "El caso es que Alejandro salió del agua y echó a correr detrás de nosotros. A uno cogiólo ¡y le dio unas hostias! Los demás echamos a correr ladera arriba como corzos y escapamos. Luego no nos atrevíamos a dirigirle la palabra, pero al día siguiente ya se le había pasado el enfado", cuenta. También relata con agrado los veranos que el escritor pasaba en Besullo. "En agosto, cuando llegaba Alejandro, todo el pueblo se animaba. Date cuenta que entonces había una media de siete hijos por familia, y en algunas hasta quince".

Mientras ejerció como maestro, "durante uno o dos años", Casona realizó sus célebres "misiones pedagógicas" en su localidad natal, en las cuales se proyectaban películas. "Venía gente de quince pueblos de la comarca a verlas. Eran películas de Charlot y resultaba muy gracioso porque entonces había muchas cabras en Besullo y nos llenábamos de pulgas viéndolas, ¡pero por más que picaban nadie quitaba ojo de aquello!», sentenció este ganadero, ya fallecido, que conoció al dramaturgo niño y adolescente. 

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