Opinión

Llega el verano, un verano cualquiera

 Anda el tiempo veleidoso, descontrolado y cambiante, revuelto, un tanto loco. Y con él nosotros. Tan es así que parece seguir los pasos de los gobernantes, imprevisibles en su hacer y totalmente embarullados y de ida vuelta en su decir.

El caso es que te levantas con un tiempo prometedor, tomas el vermú con aires veraniegos y a media tarde andas acelerado buscando la chaqueta cuando no la bufanda. Caos imprevisible de temperaturas, nubes, orvallos soles, nieblas y frescos en un totum revolutum imprevisible, atípico y anormal. Tanto es así que el asunto está afectando ya a la población, especialmente en sus dos extremos: por una parte a los más pequeños y por la otra a los mayores. Al menos eso explican los que de estas cosas saben y que, normalmente, y aunque a muchos no le parezca así, no suelen ser ni los predicadores de caleya ni los ofendiditos del Facebook.

Y afecta por cuanto los pequeños se agitan, lloran sin motivo aparente, duermen mal o se resisten al sueño, agitados y nerviosos. En esto los mayores reacciona al revés: se duermen con gran facilidad y llegan al atardecer cansados, con molestias aquí y allá y con total desgana a todo. Y en ambos casos, siguen contando los expertos, la situación se agrava con el cambio de hora, con la entrada en vigor del horario de verano. La mezcla de ambos factores, la veleidad del tiempo y el cambio horario, explican, afecta muy negativamente a los citados mayores y pequeños.

En aquellos, nos dicen, aparece el cansancio, y el sueño, a la caída de la tarde, cuando el sol declina. Llegan cansados y somnolientos al anochecer y “es normal que se duerman incluso viendo el telediario de las nueve”. Si es verdad que tras un sueño reparador puedan volver a “la actividad pausada un par de horas más”. Por contra, en los amaneceres andan con al menos una hora de antelación, siguen con el anterior horario. Así pues, esta combinación de cambio horario y la veleidad del tiempo, fuera de todos los parámetros que al mes y la estación corresponden, nos afecta muy negativamente.

Para terminar, y en lo que a la “veleidad” del tiempo respecta, les contará que el domingo salimos de Oviedo con calor y un sol radiante camino de Salinas. Una niebla espesa nos hizo cambiar de idea y seguir adelante, hacia la playa del Aguilar, en Muros. Abre un poco, pero vuelve el tiempo a las andadas; el orvallo se asoma a la carretera. El aparcamiento está lleno, pero el personal anda arropado y cariacontecido. Muchos dan la vuelta. Otros se afanan en colocar una mesa. Me imagino el humor los que haya venido de lejos, como de Cangas, Allande o Tineo, de donde salieron con un sol espléndido. Bajamos, 14 grados y una brisa más que  fresquita. Como llevamos un bebé, decidimos no bajarle y seguir camino hacia el interior. Vista la situación costera seguimos a Pravia a tomar algo. Corre airecillo, pero enseguida nos sobran jerséis y chaquetas. No sentamos al sol y se está bien.

De vuelta a Oviedo, aún continuaba el sol calentando. Es el tiempo y son sus veleidades o caprichos.

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