Opinión
Generación canguesa 1985
40 años no es nada. Que nos lo digan a todos aquellos que nacimos allá por 1985, año en que se estrenó "David el Gnomo" y año en que Guillermo abrió el mítico bar Trasgu (felicidades, Guillermo). En 1985, sí, como Cristiano Ronaldo, Hamilton o Jon Kortajarena… pero con la suerte, suerte inmensa, de haber nacido en Cangas. Aquellos niños y niñas que conocimos a Chapinas o al señor de los calcetines (“pa´ los pies, que va a nevar”) y que esperábamos con paciencia a que "Oliver y Benji" pasasen del centro del campo. Por entonces pegábamos cromos de Panini de los "Caballeros del zodiaco" y comíamos bocadillos de Nocilla o de mantequilla con azúcar por encima porque nuestros padres aún no habían oído hablar del "real fooding" ni nada que se le parezca. Muchas madres se engancharon a "Cristal", "Abigail" o "Cassandra" porque de aquella las novelas no eran turcas, sino venezolanas y muchas niñas de los ochenta heredaron así el nombre de una protagonista de culebrón y ahí están llevándolo orgullosas cuatro décadas después. Como debe ser.
Hace cuarenta años en las comuniones no había hinchables. Si quisimos saltar, los niños del 85 saltamos en el sitio, que era mucho más barato. La comilona se celebraba en el Bar la Mina, que era lo máximo, y no había más que rascar.
Qué tiempos aquellos… Aquellos en que con una moneda de cinco duros de aquellas que tenían el agujero en medio parabas en el kiosko de Amelia, al final del puente colgante, y te comprabas cinco chicles. Cinco chicles con su azúcar, su pegatina y su todo o una bolsa de patatas de las que tenían tazos dentro. Tazo, supertazo, megatazo…porque había de varios tipos. Si juntabas algo más de cinco duros también podías comprar la Súper POP en el Tapetece, ir al Azul o a la sala de juegos y echar unas partidas. Con catorce o quince años pues también ibas un poco a ver quién estaba o más concretamente si estaba aquel chaval o aquella chavala que te hacía un poco tilín. Porque de aquella… había que dar la cara. Sin Facebook, Instagram, TikTok… qué remedio. Crecimos felices sin saber prácticamente lo que era un móvil, comiendo pipas en las almenas y yendo de vez en cuando a la Imperial, el primer ciber de nuestras vidas, a chatear un poco por Messenger. Pronto comenzamos a salir y a conocer la noche canguesa. Nos dimos los primeros besos en Prince, en Rombos, en el Vede y también, como es normal, sufrimos las primeras desilusiones.
Llegaron los 18… y con ellos la partida de muchos de aquellos niños y niñas, ya un poco mayorinos, a la universidad, a buscar trabajo en Oviedo, Madrid … y poco tiempo después las primeras bodas y los primeros hijos de aquella generación 85. Con los años hay quien ha decidido volver (y quienes nunca se han ido, para muestra un botón), unos a emprender, otros a retomar el negocio de sus padres… y quienes no lo han hecho intentan por lo menos en las fechas obligadas (Carmen, Vendimia, Navidades…) acercarse a la tierrina y respirar ese aire que sea uno de donde sea, solo se respira en el hogar. Faltan también unos pocos y si me permiten la licencia les voy a mandar un besín al cielo a aquellos que recuerdo y con quienes compartí pupitre, risas y confidencias (Rocío, Alberto, Cesarín y Juanjo). Los que estamos celebraremos este año a su salud que… 40 años no son nada y que somos muy afortunados por estar, por estar a secas, pero más por estar en Cangas, aunque solo sea de cuando en cuando.
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