Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

España conmemora el próximo viernes, 2 de mayo, el segundo centenario de la invasión francesa y el comienzo de la guerra de la Independencia. Una contienda en la que Asturias tuvo un gran protagonismo, ansiosa por «jugarse la vida en una partida». Y Carreño también.

Dos acontecimientos marcaron el devenir de la guerra para los locales de forma muy singular: la creación y honrosa participación del Regimiento de Candás y Luanco en la batalla y la entrada de 4.000 franceses armados y, aún peor, hambrientos en la villa candasina.

La documentación sobre la singladura de Carreño a lo largo de los años que duró la guerra de la Independencia es abundante, recogida mayormente en el Archivo Histórico Municipal y en los diferentes archivos parroquiales. Además, numerosas obras de carácter general han arrojado luz sobre los acontecimientos referidos al concejo y, sobre todo, al regimiento que llevaba el nombre de su capital y de la población vecina. Destaca uno dedicado especialmente a los avatares de la contienda en los límites de la comarca a cargo del recordado Marino Busto, quien fuera cronista oficial de Carreño, que lleva el romance implícito desde su título: «Historia heroica de Carreño en la guerra de la Independencia».

Las «casacas gabachas»

Entre los acontecimientos que les tocaron vivir a las gentes de Carreño destacó la entrada de 4.000 franceses en la villa de Candás, el 21 de mayo de 1809. Tal cantidad de «casacas gabachas» sobre la villa marinera se debió al paso de los regimientos 25 y 27 de Infantería y Caballería por la costa de Peñas, con 2.000 hombres cada uno. De ello da cuenta el Juez Noble -denominación antigua del alcalde local, don Juan del Busto Valdés- en un acta dirigida al presidente de la Junta de Armamento de Asturias el 29 de junio de 1809.

Según describe Del Busto, los franceses se dividieron al entrar en Candás. Mientras que el regimiento número 27 se quedó en la villa, el 25 la abandonó, para dirigirse a la vecina Luanco. Nada más llegar los invasores ocuparon las camas de los candasinos para descansar y se hicieron con facilidad de sus aprovisionamientos de carnes, pan o leña.

Los franceses no encontraron resistencia a su entrada, ya que el Regimiento de Candás y Luanco se encontraba más allá de las fronteras municipales, donde decidió la patria española llevarlos.

Además, el sitio estratégico de Candás permaneció desguarnecido a la llegada de las tropas de Bonaparte, debido a que a comienzos del siglo XIX fueron retiradas de la villa las fuerzas militares del polvorín local y las guardias sobre las baterías de San Antonio, que luego fueron ocupadas por el paisanaje sin éxito, ya con la guerra comenzada. Los franceses cercenaron cualquier posibilidad de insurrección por parte de los locales, lanzando al mar las 200 armas que se estima, según la documentación existente, que se encontraban en la villa, así como los cañones que se hallaban en el alto de San Antonio, frente al mar.

Estos cañones, recuperados, apuntan hoy en día amenazantes, aunque inofensivos, a un mar que hace doscientos años fue escenario del paso de los navíos franceses y también ingleses. Durante el tiempo que duró la defensa inglesa en apoyo de la flota española de la costa carreñense, el pueblo disfrutó -espabilado, como es el caso de Carreño- de unos pocos días de faena en la mar. Los marineros candasinos se sentían seguros con la presencia de los navíos ingleses, lo que aprovechaban para desarrollar la más ancestral de las labores del lugar: la pesca.

Para Marino Busto no cabe ninguna duda de que al paso de los franceses por la capital de Carreño le es justa la leyenda negra que sobre ello se ha escrito: «Las personas de más edad solamente recordaban oscuras noticias, difuminadas e inconcretas, sobre las fechorías cometidas por los franceses, que habían arruinado a los labradores y empobrecido el concejo». La población del concejo las sufrió no sin desesperación, y, como recuerdan las actas parroquiales, la iglesia de San Félix tocó a rebato varias veces, ante el temor de la presencia de las tropas extranjeras en el lugar.

Hambruna

Y es que el pueblo sufrió duramente la ocupación extranjera. Si bien se tiene constancia de algún ajusticiamiento esporádico entre los locales, fue la hambruna la que se cebó con los candasinos y la que sumió a la villa marinera en la más absoluta pobreza. Todo ello al margen de crímenes, robos e incluso violaciones por parte de los de Bonaparte. Mientras se imploraba al Cristo de Candás por el éxito de las armas del Ejército, los franceses se llevaban al cuartel de Gijón el tesoro del «Camerín».

Y, entre tanto, el Regimiento de Candás y Luanco, también conocido como «División de Carreño», formado en su mayoría por voluntarios y, dicen, «obligados» de ambas localidades, dejaba, a tenor de los historiadores, en muy buen lugar el nombre de sus orígenes, defendiendo a la nación en crueles batallas como la de Espinosa de los Monteros, en Burgos, donde perecieron más de 300 de los 400 soldados que la integraban. Fue en noviembre de 1808.

La bandera de este regimiento, convertido posteriormente en símbolo del orgullo del pueblo carreñense, fue aclamada en Candás un 23 de junio de 1816, una vez los franceses fueron expulsados más allá de los Pirineos. La enseña, raída y ensangrentada por todos los avatares que había padecido, fue paseada por las calles de la villa hasta encontrar descanso a los pies del Santísimo Cristo de Candás, que finalmente había escuchado las plegarias de sus fieles candasinos.