Escribo para contestar a Ricardo Luis Arias sobre su carta del 5 de septiembre «La perrita millonaria», que, según él, «no tiene otra vida que hacer sus sucias necesidades sobre las aceras», ¡como si las deposiciones de las personas olieran a Chanel número 5!, y ¡cómo si de las manchas de la acera no tuvieran la culpa los dueños-humanos (con un cerebro más desarrollado que los propios canes) que no lo limpian! La perrita, «birria de chucho» para usted, aunque no tenga una labor reconocida socialmente -guiar a los ciegos, encontrar supervivientes entre los escombros o localizar droga-, seguro que tuvo una misión muy valiosa en este mundo, pues le dio a la anciana la felicidad que ningún humano fue capaz de proporcionarle, ni siquiera sus «desheredados» nietos, que quizá nunca la visitaron. Y aunque la perrita «Trouble» «no calce, vista ni coma caviar», el mensaje subliminal de esta historia (cualquier «birria de chucho» lo captaría) es que ha dejado el dinero a quien, para ella, lo merecía, y si era a «una birria de chucho» en vez de a su familia, es precisamente eso lo que deberíamos lamentar: la actitud del ser humano ante la vida de nuestros ancianos. Y si el destino de los millones ha sido para «una birria de chucho» en vez de paliar el hambre en el mundo, debemos pensar que, en este mundo de humanos insolidarios, reprochar a la anciana esta acción no es justo mientras no se reproche al resto de millonarios el derroche en los caprichos que se les tercien, como hacer un viaje espacial o comprar en una subasta la ropa interior usada de un legendario actor por astronómicas cantidades de dinero. Los artífices del drama del continente africano, explotado y saqueado, no son los «birrias de chuchos», son los «birrias de humanos» quienes los provocan, los gobiernos que destinan el dinero a las armas y las personas que prefieren comer caviar (el que la perrita no se iba a comer) en vez de colaborar con nuestros hermanos africanos.

No creo que éste sea un «perro mundo», como usted indica, más bien es una «birria de mundo», mundo que nosotros, «birrias de humanos», y no «los birrias de chuchos», hemos creado. Nosotros, los únicos capaces de destruir nuestro propio hogar, el planeta que no nos pertenece, sino que sólo lo compartimos con nuestros compañeros de viaje: las demás especies, incluidas «los birrias de chuchos».

No pocas personas están pensando en dejar su dinero a su fiel animal de compañía y no lo han hecho por vergüenza o falta de valor. Ahora quizá cunda el ejemplo. Yo, por mi parte, pienso dejar lo poco que poseo a mi gato «Isidoro», y le aseguro que no es una «birria de gato», pues algunos hasta preven la muerte, dando tiempo a avisar a los familiares del enfermo para despedirse de él.

María del Pilar Fernández

Blanco

Avilés