Cualquiera diría que el consejero de Educación del Principado de Asturias, don José Luis Iglesias Riopedre, ha encontrado en el Ikea las mejores ideas para el diseño de su propuesta de Bachillerato hecha pública recientemente.

Así, conforme a la línea publicitaria de la multinacional sueca, el Consejero pretende convertir nuestro hogar común asturiano en la «república independiente de su casa», pues sin ningún rubor pone en solfa el Derecho Internacional con su propuesta de expulsar la asignatura de Religión fuera del horario común de las demás.

De hecho, si por un lado los acuerdos entre la Santa Sede y el Estado español explicitan que la asignatura de Religión se impartirá «en condiciones equiparables al resto de las asignaturas», en la propuesta de Bachillerato asturiana queda sin sitio en el horario, sin alternativa y su nota no tiene ningún valor. Afirma el Consejero que sus asesores, expertos por lo que se ve en piruetas jurídicas, ven estupenda su propuesta, a pesar incluso de las numerosas sentencias acumuladas al respecto por los tribunales Supremo y Constitucional. Todo parece indicar que en la Consejería de Educación del Principado de Asturias falta el niño inocente que, como en el cuento, pregunte por qué el rey va desnudo.

Con todo, lo más preocupante es que quien debería ser garante del derecho de alumnos y padres a elegir la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones es el mismo que lo ningunea y pone en cuestión al imponerle unas condiciones del todo rechazables de aplicarse a cualquier otra asignatura.

Y si no le es suficiente esta zancadilla ideológica al saber académico de la Religión, tenga usted por garantizada la plena incorporación de sus vástagos al «pensamiento único». Diseñado con estilo y convenientemente prefabricado, el «Bachillerato Ikea» le proporciona las instrucciones precisas sobre lo que es moralmente correcto o no, así como los contenidos que, convenientemente asimilados y ensamblados, garantizan su incorporación al discurso de lo políticamente correcto. Deje usted de preocuparse por la educación de la conciencia moral de sus hijos, que ya se ocupa el sistema educativo de «amueblarles la cabeza».

Es más, «si no quieres caldo, ahora dos tazas», pues a nuestros ocurrentes gobernantes no les ha bastado con inocular su unilateral concepto de «ciudadanía» al estudio de la Filosofía, la cual pasa a llamarse Filosofía y Ciudadanía para demérito de su rigor y credibilidad, sino que ahora se «sacan de la chistera» otra asignatura obligatoria para abrir una «nueva línea» del mismo producto y añadir al pisitivismo legal el positivismo científico.

De esta forma, tras el sugerente nombre de Ciencias del Mundo Contemporáneo se oculta un nuevo empeño por imponer una determinada visión de las cosas. Para muestra un botón: sus criterios de evaluación recogen literalmente que al alumno «se le evaluará si valora la contribución a la mejora de las condiciones de vida de las personas y las repercusiones sociales de la reproducción asistida, la selección y conservación de embriones y los posibles usos de la clonación y las células madre». Si a esto le sumamos el hincapié que se hace en la objetividad de la ciencia frente a «dogmatismos», «opiniones y creencias», y pensamos por ejemplo en la desgraciada ignorancia de muchos respecto al pensamiento actual de la Iglesia, incluidos docentes con gran formación en sus campos, pero incapaces de superar prejuicios y visiones estereotipadas, podremos entender la razonable preocupación de muchos padres por lo que se les enseñe a sus hijos.

En fin, que ya ve usted, como el informe Pisa nada sugiere para mejorar la educación de nuestro país, mejor dedicarse a generar «nuevos charcos que pisar» para desgracia de la necesaria paz, consenso y estabilidad del sistema educativo. Y es que incluso sin denunciar que el Estado trate de suplantar a los padres en la educación de la conciencia moral, sería de todo sentido común que, siendo mucho más lo que nos une que lo que nos separa, no se insistiera en «meter a calzador», dentro de la escuela de todos, aquellas cuestiones que cuando menos se encuentran en la frontera del consenso o están abiertas a plurales interpretaciones. Si por lo menos fuera una materia opcional o multidisciplinar.

Eso sí, como en el Ikea, contamos ahora con un buzón de sugerencias. La Consejería de Educación «abre» un proceso en el que atenderá las aportaciones y alegaciones oportunas: ¡ayúdanos a mejorar! Lo que ocurre es que a estas alturas del partido, con una ley educativa que cuenta con el menor consenso de la democracia y la nula disposición a aceptar nada que no venga de quienes piensan lo mismo, roza el ridículo tratar de ponerse una vez más el disfraz de pacto y diálogo. No sé quién se puede creer que exista ánimo de verdadero consenso con una propuesta-agresión tan excluyente como la de expulsar la Religión.

Pero lo peor ya no es que se niegue el necesario pacto educativo para bien de todos, lo peor es que se persista en la irresponsabilidad de dejar nuestro sistema educativo en manos de sobresaltos jurídicos al insistir en «trágalas» que cuestionan derechos fundamentales. Qué pena, qué mala educación.

Juan José García Fernández, miembro de la plataformaasturiana Religión en la Escuela Oviedo