Pagamos impuestos, no faltamos ni un día al trabajo, cuidamos de nuestros padres y de nuestros hijos. Es mi caso y el de mucha gente, sin recibir ni una triste ayuda de la Administración y... No soy «mileurista», porque no llego... No concilio vida familiar porque estoy diez o doce horitas fuera de mi casa.

No tengo derecho a una vivienda porque, no sé por qué, bueno sí, porque habrá gente que la necesita más que yo. O eso me gusta pensar.

No tengo derecho a ayuda al alquiler porque al no poder pagar un alquiler (valga la redundancia) me he tenido que volver con mis padres. Me gustaría que toda la gente como yo, cajeras, repartidores, limpiadoras, camareros, dependientes, albañiles, auxiliares y, en general todos los currantes que sin tener titulación universitaria o, permítame la expresión, teniendo muy jodida la posibilidad de conseguirla -aunque algunos lo intentamos-, trabajamos sin reconocimiento alguno.

Sepan que sin nosotros la vida sería mucho más dura, porque, ¿con quién si no pagarían su mal humor? Estas personas tan bien situadas en la vida que no te dan ni los buenos días (como para darte propina). Y también me gustaría decirle a quien corresponda que la Administración no está funcionando, que las ayudas no sirven para quién de verdad lo necesita.

Que les mereció la pena estudiar una carrera para ser unos incompetentes. Mejor estaban ellos de currantes, aunque igual ni para eso sirven. Y por último, que me hubiese gustado mucho haber nacido gitana.

Seguro que ahora no tendría que currar fuera de casa, ni pagar seguros de coche. Y, por supuesto tendría mi piso social y dos o tres churumbeles, que me encantan, y a mi maridín trabajando en el Ayuntamiento.

Que estamos creando una sociedad en la que se premia a los parásitos, a costa de los trabajadores como yo y tantos otros que luchamos por poder pagar las facturas y antes de mendigar y pedir fiado por los ayuntamientos, se nos cae la cara de vergüenza (será porque la tenemos) y preferimos trabajar. Que, bien pensado, ya hacemos bastante más que estos señores tan biempensantes y estudiados ellos.

Ana García Horcas

Salas