Se ha ido nuestro querido amigo Eloy. Digo nuestro porque es así como te sentimos.

Una vez más, la vida ha sido injusta y cruel. Se ha llevado a una persona joven, vital, luchadora, necesaria, a un ser humano excepcional.

Pero tú bien sabías de la brevedad de la vida y te la has bebido a borbotones. Conseguiste ser feliz en tu trabajo, te has regalado a todos y has compartido todo aquello que tenías.

Hasta el final has querido ser útil, entregarte, y así parte de tu cuerpo vivirá y latirá en otros cuerpos, dando vida.

Si existe la gloria, tú, Eloy, has entrado directo, por méritos propios. ¡Qué suerte tienen! y ¡qué contentos se habrán puesto al recibirte! Porque, a lo que sé, es el cielo muy antiguo y a buen seguro precisará varias reparaciones. Y, claro, allí estarás tú dando soluciones, mezclando colores hasta conseguir el tono más adecuado: «¿echo más amarillo, corazón?, ¡espera, reina, que ponemos un poco más de blanco!», así llenarás de luz las mismas tinieblas y dejarás el cielo sin goteras. Les prepararás la jira de Porcía, la de Navia, la de Vega, y les enseñarás a hacer churrasco y empanadas.

San Pedro te habrá dado una copia de sus llaves y tú ya habrás buscado furgoneta y herramientas.

Querido amigo, prepáranos aquello y, por favor, recíbenos cuando lleguemos, porque al verte sabremos que estamos en el cielo.

M. Begoña García

Navia