Todo hombre lleva más allá de lo que él mismo conoce o sabe de sí un mundo cuyas formas le son reveladas a través del caleidoscopio de los sueños o el arte. De esta riqueza interior, parte la posibilidad de la «recreación», pues, en definitiva, el goce de ver un cuadro no se agota en lo que el cuadro es, sino que trasciende el descubrimiento que, por contemplación, hace el espectador en sí mismo. A esta visión interior no se llega por el solo camino de la razón, sino desatando el apretado nudo de la censura lógica y, en contemplación abandonada, dejando fluir en la conciencia un libre caudal de imágenes.

José Manuel Martínez Ordóñez expone ahora una colección de su obra en la galería Cimentada de Oviedo (Covadonga, 30).

Después de casi siete lustros, tengo ocasión de volver a ver sus cuadros. ¿Qué extraño pudor, o qué morboso celo, han hecho que este hombre haya permanecido oculto en su humano caparazón? ¿Cómo no sentir perplejidad, al comprobar que alguien que es capaz de pintar un cuadro como el que titula «La boda» haya podido vivir al margen de los «círculos artísticos» de nuestro Oviedo? Críticos de arte hay en la ciudad que, con mayor autoridad, podrán manifestar un criterio especializado acerca de la producción pictórica de Ordóñez, pero, para mí, desde mi condición de simple espectador, «La boda» de Ordóñez posee una fuerza creativa a la que es difícil sustraerse: en dicha pintura vemos el ambiente y los personajes del mejor Cela, el genio de Goya, el esperpento de Valle Inclán. Una pintura que, por su calidad plástica y su fidelidad etnográfica, merecería tener un hueco en un museo.

Exposición de pintura en la galería Cimentada, calle Covadonga, 30, Oviedo, del 22 de abril al 10 mayo.

José Luis Mediavilla Ruiz,

psiquiatra, miembro de la Real Academia de Medicina

Oviedo