Diré, en primer lugar, que soy votante socialista desde las primeras elecciones democráticas, y quiero manifestar públicamente que no estoy en nada de acuerdo con ciertas manifestaciones de algunos dirigentes de mi partido, si puedo decirlo así, en lo concerniente a la oficialidad del asturiano.

Soy totalmente favorable que el asturiano se reconozca oficialmente como otra lengua más, con sus características específicas; que se estudie en nuestra Universidad como cualquier otra filología (paradójicamente ahora podría estudiarse catalán, gallego, vasco o valenciano, pero no asturiano, en la Universidad de Oviedo), que se enseñe de forma normal y formal en los centros de estudio desde los primeros años, libremente para aquellos que lo quieran; debiendo potenciarse, pero, la verdad, no como hasta ahora, en los medios de comunicación públicos y privados como en otras comunidades autónomas, sin complejo alguno.

Nadie en nuestra región puede ser discriminado por expresarse en asturiano oralmente o por escrito, eso es palmario, pero hoy esto sucede, los medios de comunicación cada cierto tiempo nos lo recuerdan con algún caso que produce rubor y escándalo.

En fin, si de verdad queremos preservar nuestra lengua tradicional, la llingua asturiana, no caben ya buenas palabras ni juegos florales de entretenimiento. La realidad se impone, y en esta sociedad posmoderna del siglo XXI no cabe otra que dotarla del único amparo jurídico posible: la oficialidad. Otra cosa será la regulación legislativa posterior acorde con las necesidades, medios, etcétera.

Como un bien cultural de primer orden, que es de todos y a todos compete, ha de sacarse el asturiano del debate político.

No reconocer el asturiano de forma oficial en la próxima reforma del Estatuto, que se supone será un texto para muchos años, implicaría sentenciar a muerte a nuestra lengua ya milenaria, y como asturiana y votante socialista no quisiera que mi partido fuere el que firmase esa sentencia.

Nina Llana

Pravia