Hace ya bastantes años, cuando era un crío, mis padres me llevaban a Oviedo.

Me llevaban a Oviedo por alguna de las tres razones por las que siempre me llevaba a Oviedo: visita a las tías, compras o médico.

Caminábamos las calles de Vetusta, mientras mis ojos buscaban escrutadores los fondos de calles y bocacalles ansiando encontrar el verde frondoso de los árboles del Parque San Francisco. Por más que se empeñaran, mis progenitores no conseguían doblegar mi empeño insistente de niño para visitar a la enjaulada «Petra», la osa. («Perico» había muerto años atrás. Yo no lo llegué a conocer).

Allí estaba, en aquella especie de jaula de canario a lo bestia. «La fiera», como en aquellos años era considerada, precisaba de un recinto de solidez y tamaño acordes para su fortaleza; aunque seguro que de dimensiones reducidas para su afán de libertad.

«Petra» acabó sus días hacia mediados de los setenta entre aquellos hierros del parque y después de unos quince años con ausencia de exhibicionismo-plantígrado, «Paca» y «Tola» fueron recogidas por agentes del Seprona y personal del departamento del Gobierno del Principado de Asturias competente en la materia.

Con pocos meses y ya huérfanas: a su madre la había despachado un furtivo.

La Administración asturiana, al no disponer de unas instalaciones adecuadas para las pequeñas, se decidió mandarlas temporalmente a una finca de Llanes, propiedad del Fapas. Las osas crecían bien atendidas, así que la impronta, el troquelado resultó cada vez más evidente. Algunos se temían lo peor...

Mientras tanto, la Administración aseguraba que la reintroducción era el objetivo principal de futuro, una vez que fueran lo suficientemente fuertes y adultas.

Después vino la diáspora de estas pobres huérfanas que las llevó hasta Cuenca, donde pasaron una infancia tardía, adolescencia y primeros momentos de la edad adulta. Entonces, en Asturias, se consideró que ya era hora de traerlas de nuevo a su tierra.

Hacia Proaza y Santo Adriano se había comprado un monte y se había construido un vallado para albergarlas. Eso sí, nada que ver con la «jaula de canario» de «Petra»; no. Ahora se trataba de un espacio amplio, abierto -aunque cerrado- pero exacto a los lugares que de forma natural estos animales habitan.

La reintroducción en el hábitat originario, salvaje, estaba ya definitivamente descartada. El grado de interacción con el hombre había sido demasiado intenso y eso seguro que iba a dar problemas para una vida en libertad.

Pero basándose en las directrices del Plan de Recuperación del Oso Pardo, «Paca» y «Tola» aún podrían prestar un inestimable servicio social desde el punto de vista de la educación ambiental: el conocimiento de la fauna protegida y en peligro de extinción.

Ahora, un cuarto de siglo después, las osas son ya bien adultas y hay que aprovechar el momento. Si no podría acabarse -como ocurriera a la muerte de «Petra»-, ese «Plantígrado Business Show» del que a algunos asturianos tanto parece agradarles disponer.

El, de toda la vida, valle de Trubia devino Valle del Oso y tiene que disponer de su reclamo para foráneos y lugareños, caminantes de la senda del animal del mismo nombre.

Parece entonces quedar claramente establecido que se hace necesario intentar la gestación de «Paca» y «Tola», con la frialdad de asegurar el vistoso futuro con ejemplares que continúen la saga del cercado del valle.

Pero... introducir un ejemplar salvaje de oso de la cordillera Cantábrica en el recinto de las «inocentes y mansas» «Paca» y «Tola» las pondría en una circunstancia sin capacidad de control y con grave peligro para ellas.

... la inseminación artificial con semen de un ejemplar de la cordillera Cantábrica también presenta graves problemas, como la necesidad de concurrencia de profesionales especializados en clínica veterinaria de animales salvajes y en concreto en la inseminación artificial (no muy abundantes en España).

... la puesta a punto del procedimiento de captura de un macho salvaje. Con el deseo de resultados más exitosos que los conseguidos con aquel «apoyo americano» en la época de los collares de radioseguimiento, que desafortunadamente tantos disgustos dieron.

La gestión de las especies protegidas es exclusivamente asunto de los técnicos competentes y su responsabilidad es grande por las posibles circunstancias incontroladas y fracasos que pueden aparecer. Pero otras opiniones deben ser escuchadas cuando el asunto del que se trata es patrimonio de todos.

Hoy sabemos que son muchos los asturianos que recordando los días de las capturas y el radiotracking han decidido adoptar una postura de rechazo absoluto a esos traumáticos procedimientos.

En esta ocasión, en el asunto de la preñez de nuestras osas, no es posible apoyarse en el Plan de Recuperación del Oso Pardo Cantábrico: el objetivo número cinco de ese plan establece muy claramente que una de las ideas básicas que debe primar en la gestión de esta especie en peligro de extinción es la de «preservar la pureza genética».

Idea básica que se ha visto seriamente comprometida con la llegada al cercado del Valle de este «Furaco». Para nuestra pequeña cordillera un oso extraño, extranjero donde los haya. De genes ajenos, transpirenaicos, metalpinos. En fin, de tan lejanas sangres europeas...

Parece que finalmente lo que ha prevalecido fue el interés turístico. Esa avidez por la creación de «sinergías económicas», que tanto les gusta ahora a nuestros políticos.

No sé cuál puede ser la razón para legislar, si luego se interpretan las disposiciones supeditándolas a otros intereses, a otros deseos o antojos.

Incluso en algo tan importante, tan grande, como es la gestión de nuestras especies protegidas.

Al fin y al cabo nuestro patrimonio natural.

Fernando Martínez Álvarez

Pravia