El día 7 de mayo LA NUEVA ESPAÑA publicó una carta bajo el título «Los difíciles accesos a la cueva de La Lluera» firmada por los alcaldes de Priorio y Caces como respuesta a la carta publicada en este diario por quien suscribe. El tema, los accesos a las cuevas de La Lluera. En el escrito del pasado día 7 los señores alcaldes manifestaban: «...es evidente que usted no ha bajado a las cuevas, a tenor de lo que dice en su carta», y a lo largo del texto lo vuelven a reiterar. En aras de defender mi honor, pues de sus afirmaciones se deduce que miento, conviene aclarar la situación. Señor Díaz y señor Soler: por mucho que hayan frecuentado ustedes las cuevas y su entorno, tanto o más lo he hecho yo. No sé si el señor Díaz recordará aquel 30 de noviembre del año 1993. Ese día comí en su restaurante, Casa Eleuterio, en Caces -por cierto arroz con carne, chuleta de cerdo, postre, vino, café, 700 pesetas- en el contexto de una actividad con cincuenta alumnos de Salas que participaron en la visita a la cueva bajando y subiendo el prado a plomo, como se suele decir. La repetí en el año 1994, en 1995 y en varias ocasiones con amigos y compañeros de profesión; la última vez el Domingo de Ramos por la tarde con mi familia y en presencia de una docena de convecinos que pueden dar fe de que he bajado y subido por ese acceso que he ocultado en el escrito anterior. A pesar de mi peso -casi alcanzo las ocho arrobas- ni me he deslizado cuesta abajo, cual barrica de vino, ni me he ahogado en el ascenso. Ciertamente no me ha acompañado topógrafo alguno para medir la pendiente, pero creo que si es tan acusada también se le puede buscar una solución acorde con el entorno, mucho más que un puente, porque no exigiría a los técnicos romperse tanto la cabeza para construir ese acceso que ustedes defienden. Les ruego que para otra vez tengan a bien informarse cuando me tengan que imputar algo. Para conocimiento de ustedes las visitas a este tipo de yacimientos suelen tener un límite de visitantes, por lo que aquel colapso puede atenuarse. Insisto, señores, que el caminar, pasear, respirar aire puro en un tramo de uno, dos, tres kilómetros y encima contemplando una vista del río Nalón desde el balcón que es la ladera del monte de la Medina no sólo es saludable para el cuerpo sino también agradable para la vista y el espíritu. Me cuesta creer que dos representantes de la política en el nivel más concreto de la misma, una Alcaldía de barrio, no valoren y defiendan los hábitos saludables. Por cierto, tampoco dicen que el camino de carro está habilitado para el paso de vehículos de motor hasta las fincas que hay al final del mismo; si en este momento no pasan, no hace mucho tiempo sí circulaban. No se trata de hacer un «parking» en Lluera y llevar los vehículos hasta la puerta de la cueva tampoco.

Priori es un pueblo, no pretendo impartir una clase de geografía, típico de Asturias, con la Plazuela, El Palu, La Luz... pero esos espacios abiertos no son mucho más pequeños que la explanada que hay delante del restaurante, regentado por el señor Díaz. Entonces cabe preguntarse. ¿Es qué el Ayuntamiento se plantea construir un aparcamiento subterráneo en ese lugar o en otro lugar cercano? ¿Qué interés hay para hacer el acceso desde Caces? La comodidad. Por favor, la demagogia en este asunto no tiene cabida. ¿Aprovechar el potencial turístico de la zona si hay puente? Menudo argumento. Ese aprovechamiento se hace dignificando los accesos de acuerdo con el medio. Se los reitero de nuevo, un vial a partir de la fuente termal Los Tres Caños por la ería de Pandiella hasta enlazar con pendientes inferiores al 6 por ciento con el camino de carro, evitando que la especulación haga mella en este entorno a medio plazo. Si han leído con detenimiento mi artículo convendrán conmigo en que proponía la prohibición de entrar a Priorio con el coche, algo que se puede hacer, si su jefe de filas muestra interés; es una cuestión de educación como ha sido y lo es mantener una ciudad de casi doscientos cincuenta mil habitantes limpia. Si hay que educar a la gente, se la educa. ¿Puede ser eso un problema insalvable? En absoluto.

Compruebo leyendo su artículo -último párrafo-, que tienen la lección muy bien estudiada. A San Juan de Priorio y a sus alrededores, pero sobre todo a mi parroquia y a la del señor Soler, parece que no le vincula nada a ella, nadie le va a quitar lo que tiene ni llevárselo a otros lugares por que la naturaleza y la historia lo ha querido así y por eso afirmar que cualquier otra solución mermaría el potencial turístico de Oviedo a favor de otros municipios es hablar por hablar. Las cuevas, el castro sin catalogar, los molinos, la iglesia, el castillo, las casonas y el palacio, el complejo termal, el campo de golf, los equipamientos previstos en La Llera... los bosques de ribera... todo ello nada ni nadie lo va a ignorar. Lo que hace falta es que ustedes exijan a quien les ha nombrado que apueste por desarrollar de acuerdo con el principio de sostenibilidad la antigua Ribera de Abajo y ¿saben por dónde hay que empezar?, por reconstruir los famosos portalines de las escuelas de Priorio con una antigüedad de ciento veintiséis años, que la señora piqueta se ha llevado por delante, y adecuar una de sus crujías para museo y sala de exposiciones de nuestro entorno. Por ahí, señores, por ahí deben encaminar sus esfuerzos para aprovechar el potencial turístico, lo demás son como decimos en nuestra querida Asturias, caxigalines. Respecto a la referencia de la lancha que usaban el equipo de excavación: no pierdo ni un minuto, no merece la pena. «Quod natura non dat, Salmantica non preaestat».

El puente, señores alcaldes, no va a incrementar el número de comensales; la senda de acceso sí, bien para fomentar el apetito o para digerir una suculenta comida que se puede degustar en los diferentes establecimientos del entorno. Si me permiten un ruego y no lo tomen a mal, no contribuyan a dar crédito a aquel tópico sobre los alcaldes de barrio que ustedes conocen muy bien.

Ángel de la Fuente Martínez

Oviedo