Lanzas, sables, corazas y hasta cañones. La Guardia Real tomó ayer Mieres bien pertrechada. No era disparatado esperar un recibimiento hostil tras las quejas dirigidas, algunas a nivel interno, al gobierno local de IU por amparar, aunque con recortes, la presencia del cuerpo en la ciudad. Una muy nutrida milicia de civiles acorraló a los miembros de la unidad en la amplia parcela habilitada en la Mayacina. Las vallas ejercieron de contención "protegiendo" a los militares. Pero en cuanto la Batería Real hizo su primer movimiento, la gente replicó con salvas... de aplausos.

La exhibición que la Guardia Real ofreció ayer en Mieres deparó un entretenido espectáculo, con los caballos como principal atractivo. Cientos de personas, alrededor de 2.500 según la Policía, acudieron al acto. Ni rastro de los colectivos que durante las últimas semanas presionaron al gobierno local para que se desmarca de la iniciativa. Ni una sola protesta. La actividad resultó amena, con la presencia de muchos niños. "Es una pena que al final no hayan ido a los colegios como estaba previsto, pero cuatro descontentos perjudican a cuatrocientos", señaló ayer el turonés Pablo García mientras aupaba sobre sus hombros a su hija pequeña.

El escuadrón de motoristas fue el primero en hacer acto de presencia en la Mayacina. Los motores de las Harley-Davidson rugieron con suavidad antes de que los cascos de los caballos los silenciasen. La Guardia Real abrió el acto agradeciendo la hospitalidad de los mierenses. La unidad lleva desde el lunes hospedada en el concejo y han realizado varias marchas a caballo por los montes del municipio. "Nos estamos sintiendo como en casa", subrayaron. La exhibición propiamente dicha arrancó como una maniobra de artillería. El escuadrón de Escolta Real atravesó la parcela central de la Mayacina al galope arrastrando dos pesados cañones. "Se trata de un simulacro de batalla", explicó el sargento Francisco Martínez. Ocho robustos hispano-bretones tiraron sin esfuerzo de las baterías. "Los llamamos los gorditos", explicaron sus jinetes. Un apelativo bastante ajustado, ya que alguno de estos musculados caballos llega a pesar 800 kilos.

La demostración de fuerza bruta de los hispanos-bretones dio paso a ejercicios más sutiles y armoniosos. La banda de clarines y timbales demostró su pericia. Los jinetes tocaron sus instrumentos mientras cabalgaban en formación sobre sus esbeltas monturas, preciosos caballos tordos -blancos- de pura raza española. "La banda de guerra del Batallón Real es la única que logra tocar al trote", apuntó el sargento Francisco Martínez mientras el publico reconocía la dificultad con aplausos.

La exhibición de la Guardia Real se prolongó por espacio de algo más de una hora. La aglomeración de público hizo que parte de los presentes tuvieran dificultades para seguir el espectáculo. "Se tenía que haber ampliado el perímetro del recinto, ya que hay espacio de sobra", se quejaban un grupo de mujeres que apenas pudieron ver nada tras varias filas de espectadores.

La Guardia Real desplegó sus habilidades con esmero. Hubo demostraciones de doma clásica y con rienda larga. Los cañones cumplieron su función e hicieron ruido. El público se entretuvo y, aparentemente, todos se fueron contentos. Podría haber sido más, pero fue suficiente.