Es hoy un día de lluvia en Asturias; María Dolores se acomoda al lado de la ventana, por cuyos cristales resbalan y caen al columpiarse las lágrimas del cielo, y comienza la conversación recordando su primera escuela de Sobrefoz, lugar remoto del concejo de Ponga, como si ahora mismo se iniciase en la enseñanza y sin tener en cuenta que es una catedrática, ya jubilada, y autora de varios libros, siempre sobre el concejo de Siero. A mi lado están ellos sobre los estantes, acompañados de muchos otros, como haciendo de testigos mudos de una charla de tú a tú, donde sobra todo lo superfluo, prescindiendo incluso de su fotografía (que para ella es como un epitafio), y hasta de las alabanzas.

Esta noreñense, María Dolores Alonso Cabeza, nacida detrás de la capilla del Ecce-Homo, en la casa de su abuelo, José Fernández, el «Peraldillo», conoció la aldea de Tiñana, tierra de su padre, cuando tenía tan sólo 7 años y allí se enraizó y creció, sin perder nunca la identidad ni la ocasión para volver a Fueyo, a su pueblo. Ahora vive, por circunstancias familiares, en Noreña, y los fines de semana suele ir a su aldea para recrearse en los lugares de su infancia, los que tanto añora, adora y quiere.

Se me adelanta diciendo y recalcando: «Fui una persona con mucha suerte y disfruté siendo maestra y profesora durante cuarenta años; fue lo mejor que me pudo ocurrir en la vida».

De la escuela pública de Sobrefoz pasó a la Enseñanza Media, después de licenciarse en Románicas y conoció la enseñanza privada en el Colegio de la Asunción de Gijón. Más tarde llegaron las oposiciones y la cátedra de Lengua y Literatura, siendo destinada a un centro de Astorga. En el año 1970 regresaría al Principado para incorporarse al Instituto de Lugones; allí estuvo 15 años, y se jubilaría en el del Naranco de Oviedo.

Es entonces cuando María Dolores, la profesora de Lengua y Literatura, comienza a escribir de Historia sin saber nunca por qué. Precisamente del concejo sierense, que, por cierto, conocía bien poco.

«Yo con la Pola tenía muy poca relación; solamente iba allí a solucionar los asuntos oficiales y a indagar por los archivos, hasta que un día me invitan a escribir un libro, el que titulo: "Páginas de la historia del concejo de Siero". Detrás se irían sucediendo "Breve historia de la enseñanza en el concejo de Siero", "Datos de la parroquia de Santa María de Tiñana, (con una intervención en el de "Siero, poesía e historia") y el de ahora, el último: "El concejo de Siero en sus fiestas"». «Éste será el de la despedida, el del adiós definitivo», dice la autora.

-María Dolores, ¿no queda aún mucho por contar?

Muchísimo, especialmente lo que fui conociendo cuando muy tarde empecé a recorrer el concejo de Siero, palmo a palmo. He sido una viajera empedernida y he llegado en taxis hasta los últimos rincones; he conseguido montones de imágenes extraordinarias y he disfrutado de la gente que iban encontrando. Es curioso, al principio nadie sabe nada de nada, y a la tercera pregunta hasta te detallan la propia vida familiar; entonces te das cuenta como aún las gentes cuidan y aprecian lo de ellos, lo que fueron heredando y aprendiendo de los abuelos. Es como si les dieses una oportunidad para desahogarÉ

-¿Puedo decir, que María Dolores Alonso Cabeza se hizo una correcaminos para poder escribir la historia de los sierenses?

-Efectivamente. Y de bastante mayor, precisamente con dificultades para caminar, y hasta sorprendiendo a los lugareños. Ahora falla la memoria, me cuesta escribir y me agobia el cansancioÉ He decidido que el de las fiestas sea mi último libro.

-¿Qué más ha descubierto en nuestro territorio?

-Montones de cosas curiosas. Algunas iglesias, por ejemplo, no se podían ver por dentro por estar cerradas y tenía que esperar a que hubiese algún entierro o se celebrase un funeral en aquellas parroquias; eran los taxistas de la zona los que me avisaban y allá iba guiada por ellos.

También en Collao me encontré con una iglesia con dos torres, una en cada extremo de la construcción y me despertó cierta curiosidad. Pregunté a un paisano que segaba por los alrededores y él buscó las llaves para que la viese con una condición. Me dijo: «No sé quién es usted, pero tendrá que santiguarse para entrar, como también lo hace mi mujer, que es la que limpia por dentro; yo como no me santiguo solamente me encargo de lo de fuera».

Cuando recorrí las comarcas mineras del concejo me di cuenta del capitalismo que se formó allí en otros tiempos y recordé aquellas niñas tan necesitadas de todo, las que yo tuve y atendí con gran cariño en el Orfanato Minero.

Ahora María Dolores Alonso Cabeza nos lleva de fiesta en fiesta, por las romerías, verbenas y solemnidades. Con los rituales y las costumbres de ayer y de hoy, las de los pueblos nuestros del concejo de Siero y que recoge en un libro nuevo. Es un motivo más para que se sienta orgullosa, dejando constancia y haciendo valer su propio dicho: «Yo no soy humilde; aunque no lo parezca, soy muy presumida».

Esta vez me ha tocado ser un tacaño porque le he prometido a María Dolores quedarme corto con los elogios. Lo siento de veras, de verdad y de la buena.