Con el milagro de la primavera -como al olmo del Duero- a estos valles, nobles y montaraces, les han brotado varias ramas verdes. Han nacido, en estos últimos meses, varios bebés entre tanta mortandad y tanto éxodo. Vieron la luz en Villabonel, Páramo, San MartínÉ en loor de alegría y de campanas al vuelo con un aire nuevo y arroyos y alfaguaras bajan cantando desde las cumbres. Son varias niñas y niños. No importa el sexo. Lo trascendental es que tenemos entre nosotros un ramillete de hermosas criaturas que hemos recibido con los brazos abiertos.

Son éstos, solares de ancianos venerables y druidas postreros que ya han dejado tras de sí la labor cotidiana con el sudor de la frente y ahora se solazan y pasean con las lluvias y el sol de mayo. Tal vez hemos tocado fondo luego de haber corrido, muchos años, de manera imparable ladera abajo. Ya basta de desdichas, estrecheces y de emigración forzosa como las golondrinas. Han llegado nuevos niños y ahora tenemos que ocuparnos de ellos para que puedan crecer, estudiar, trabajar y ser dichosos porque agrias son las manzanas de la vida y tiempo tendrán en morder su fruto amargo.

Ya no más elegías ni renglones destinados a quienes conmigo van y a los seres queridos que nos dejan. Hora es ya de mirar al horizonte con ojos de ilusión porque pocas son las almas inocentes que nacen en estos valles. Pero, de hoy en adelante, habrá requintar de gaitas y unas gotas de tinta en honor de los recién nacidos.

¡Aleluya, buenas gentes de los valles del Trubia! Apartad vuestro dolorido corazón e hinchad el pecho de bálsamo que cure vuestras heridas. Buscad para los neófitos el lugar apropiado. Dormidles con canciones de cuna. Bañadles con las aguas claras de nuestras fuentes. Contadles cuentos y leyendas porque son las fantasías las que hacen crecer a los niños. Indicadles los senderos del bien y del mal y los valores éticos para saber elegir. Enseñadles a ser honestos y libres, austeros y solidarios.

Instruidles en las buenas costumbres de nuestros ancestros y a ser coleccionistas de auroras y crepúsculos.

Han llegado los niños. Nuevos corazones están latiendo y con ellos el verde aliento de la esperanza perdida.