Villaviciosa,

Franco TORRE

El último minero del azabache de Asturias, Tomás Noval, falleció el pasado 9 de agosto, tras una larga enfermedad, a la avanzada edad de 87 años. Hasta hace apenas un año, Noval entraba frecuentemente a su mina de Oles para extraer el preciado mineral y surtir a toda la industria artesanal de la región. Con su fallecimiento, los azabacheros se enfrentan a una encrucijada esencial, ya que al no disponer de un proveedor regular ven cómo sus reservas se van consumiendo sin poder reponer el mineral, una situación que amenaza con prolongarse indefinidamente y acabar con la artesanía del azabache en Asturias tal y como la conocemos.

«Yo le conocía personalmente, como todos los azabacheros, supongo. Siempre nos trataba con gran amabilidad, tanto él como su familia», recuerda, a propósito del minero, el azabachero Eliseo Nicolás. Asentado en Grado, Nicolás es el presidente de la Asociación Azabache, formada en 1999 para defender los intereses del sector artesanal. Desde su cargo, Nicolás ha seguido de cerca el proyecto para crear una explotación minera en Oles. «En esa explotación residen las esperanzas de todo el sector» recalca Nicolás, una opinión que comparte Pedro Villanueva, con taller en Bimenes, que recalca la necesidad de «tener un proveedor regular, como era Noval».

Villanueva recuerda los orígenes del proyecto, «que se inició hará diez años y va ligado desde sus comienzos al proyecto del museo del azabache, en Villaviciosa, y a una escuela de azabachería que no existe aquí, aunque la hay en Galicia». No obstante, los azabacheros asisten con preocupación al proceso, puesto que la modificación de las normas subsidiarias del municipio ha sufrido alegaciones de algunos vecinos de Oles y de la oposición municipal.

De hecho, los azabacheros recuerdan otras iniciativas anteriores en la zona para proveer azabache, principalmente una escombrera que se abrió en Oles, con subvención regional. «De aquella escombrera se aprovechó algo» comenta Eliseo Nicolás, «de allí traje como 70 kilos, pero aproveché una mínima parte. Lo último se lo regalé a uno que estaba mucho más apurado».

No obstante, estas extracciones puntuales no pueden ocultar la complicada situación por la que atraviesa el colectivo. «La mina de Oles es la solución» afirma Nicolás, quien asegura que «ésa es la única salida para la pervivencia de la cultura del azabache». Una opinión que comparte Villanueva, quien afirma que «la mina es una necesidad vital, porque si no se acaba el gremio», al tiempo que clama contra la introducción del azabache procedente de Turquía en el mercado, un problema creciente en el sector. «Si nos ponemos a comprar el turco, se acabaría la azabachería como la conocemos. Sería además una estafa al consumidor, puesto que se vendería azabache asturiano pero con materia prima foránea, y de menor calidad».

De no abrirse esa explotación, la mayoría de los azabacheros se vería obligados a comprar el mineral fuera o a cambiar de materia prima. Una circunstancia que no afectaría directamente al trabajo Begoña Gutiérrez, de Oles, puesto que tiene reservas propias. Pero sí le impediría desarrollar los talleres. «La situación es muy precaria» confirma Gutiérrez, «yo tengo azabache para mí, pero estoy dando cursos y la gente está sin mineral». Debido a esta carencia, Begoña Gutiérrez comprende que algunos artesanos se hayan planteado trabajar material foráneo, aunque reivindica la necesidad de rechazar el azabache turco. «No podemos dejar que entre ese mineral. Oles está lleno, hay vetas por todos los sitios» concluye Gutiérrez.