Se la conoce por «Fagus sylvatica», es decir, el haya, pero por estos valles la llamamos la «faya», y el lugar donde vive tan hermoso árbol, un «faedo». Dicen los druidas que un «año de nieves es un año de bienes», pero este pasado invierno no fue bueno con las hayas y con los animales silvestres: corzos, venadas y urogallos, muy a pesar de Busgosu, la divinidad del bosque. Decenas de «fayas», por no decir centenares, rompieron su alma verde contra el suelo a consecuencia de las tempestades. Es un panorama desolador verlas con las raíces a la luz con un hálito de vida aún en las entrañas. Y es que éste, como todo en la vida, es su talón de Aquiles. En el M.P.-20, La Fervienza de Montegrande, yacen por doquier. Las motosierras abrieron paso por la senda, pero cientos de toneladas de madera serían aprovechables por los lugareños y maderistas. Muchas «fayas» que dieron el «valto», pero son aún más los fallos de los políticos.