Candás, B. FERNÁNDEZ

Una de las canciones tristes que entonan los candasinos es la de su pesar por haber visto desaparecer su casco antiguo y marinero. Ahora, con el anuncio del cierre de la última conservera de la villa, se oyen lamentos por la pérdida de identidad de un pueblo. Y en medio de todo eso, otra de esas señas propias de Candás, su museo al aire libre, compuesto por más de una decena de murales callejeros, corre peligro por algo tan nimio como unos niños dando patadas a un balón.

Es lo que le sucede al mural de la Pascua marinera de El Paseín, un pedazo de una historia centenaria de Candás que sucumbe a base de golpes e incluso manchas de orina. La pintura de El Paseín, que muestra una escena del canto a la salve marinera en 1899, repetida con los años sobre el balcón que la preside, está considerada una de las piezas más preciadas del museo al aire libre. Es un mural de casi diez metros de largo, obra del pintor local Alfredo Menéndez, autor también de otras obras, como las dos que adornan la fachada de la fábrica de Albo. La pintura se encuentra muy deteriorada, con golpes visibles y pérdida de color, a causa de los balonazos que recibe de los juegos de pelota que se permiten en el lugar, y de la humedad de un balcón superior que no tiene canaleta y filtra el agua hacia el mural.

El autor, muy disgustado por la falta de respeto de algunos vecinos hacia su obra, se niega a restaurarlo. «Cómo voy a restaurar yo algo que ni el pueblo ni la autoridad respetan», clamaba ayer Menéndez. El propio Ayuntamiento le ha pedido recientemente que lo haga, recibiendo un negativa por respuesta. «Es más, les he dado permiso para que lo destruyan y pinten otra cosa diferente en su lugar», dice el pintor. Pero eso es algo que no sucederá al menos mientras siga en el cargo de concejal de Cultura Paulino García, según él mismo explica. «No rasparemos el mural, aunque nos gustaría que fuese restaurado», dice. La peor escena posible se produjo la pasada semana, según relata Menéndez, cuando un niño orinaba sobre la pintura, en presencia de su padre. «Ni siquiera los policías hacen nada por evitarlo cuando lo ven, y sólo algunos vecinos de la zona llaman la atención a los guajes cuando ven que maltratan la pintura». Acabar con una escena histórica de Candás puede ser un juego de niños.