La Ciudad de Vacaciones de Perlora está a punto de cumplir tres años de inactividad, ratificando el dicho de que cualquier tiempo pasado fue mejor. De ello siguen resintiéndose el comercio y la hostelería locales, mientras su aspecto decadente crece día a día ante la indiferencia de los gobernantes. Entre vaivenes técnicos e inconcreciones políticas, casi nadie se atreve a pronosticar el futuro de un complejo que fue el mayor referente turístico con el que contó Asturias a lo largo de 52 años.

La festiva entonación «Perlora ya no es Perlora, es un segundo Madrid, cuando se vio por Perlora pasar el ferrocarril» se ha transformado en un lastimero y alterado indicativo a la entrada del recinto bajo la aclaración anónima «lo que queda» de la ciudad residencial.

Cada final de verano, una de las estadísticas más habituales en la prensa regional era el balance de ocupación del recinto, bien en número de personas o de estancias, lo que daba una idea del movimiento turístico de la comarca. El punto y aparte lo puso el derribo en diciembre de 2005 del edificio de la residencia, es decir, el principal inmueble, denominado en su día como la casa madre, en torno a la cual se extendería el resto de la ciudad. El punto y final llegó en octubre del año siguiente con el cese general de la explotación dependiente del Principado de Asturias.

La que fuera ciudad de productores, ciudad sindical, o ciudad jardín es hoy una ciudad sin dueño, con calles completamente abandonadas, zarzales que invaden antiguos jardines o edificios en ruina con ventanales rotos por los que se cuelan cortinas desgajadas como si alguien pidiera auxilio desde el interior. No es precisamente la televisiva «Asturias, paraíso natural», salvo que en la próxima campaña turística se anuncie su reconversión como guarida del oso Yogui.

Hubo un tiempo, no obstante, en que sin ser la Arcadia prometida, Perlora acogía más de 2.000 veraneantes por turno, daba empleo a decenas de asturianos y gracias a su influencia se desarrollaba una notable economía en el sector servicios de la zona. Todo eso desapareció entre sorprendentes experimentos de gestión como la de acoger una supuesta Universidad china. Tras echar el cierre de la ciudad, las autoridades regionales, después de presentar en Candás un plan virtual en 2007, siguen a día de hoy sin darse por aludidas acerca de las obras prometidas y concedidas a una sociedad. Ésta, según han confirmado este mismo fin de semana fuentes municipales, «aún no ha respondido» a los requerimientos de la Corporación sobre los detalles exigidos para definir el Plan Especial de Reforma Interior (PERI) previsto para el complejo.

Si nadie lo remedia, y a la vista del constante deterioro, es posible que incluso la protección prevista por el Servicio de Patrimonio Histórico y Cultural de Asturias que obligaba a respetar algunos edificios dentro del PERI también se vea amenazada.

La construcción del complejo en 1954. A mediados del siglo pasado, una gran parte de los vecinos de la parroquia tenían sus fincas de labranza en la planicie costera conocida como Llanos, siendo éste el lugar elegido por la Delegación Provincial de Sindicatos tanto por su belleza paisajística como por su buena comunicación para edificar el complejo vacacional. De modo que fueron adquiridos o expropiados 350.000 metros cuadrados que se hallaban distribuidos en 129 parcelas, de 182 propietarios y colonos.

El primer edificio en construirse por la Organización Sindical fue el de la residencia familiar de Educación y Descanso, denominada posteriormente Jacobo Campuzano. Comenzó a funcionar el 1 de julio de 1954, aunque se inauguró el día 18 del mismo mes. En aquella temporada veraniega disfrutaron de las instalaciones 1.800 productores de las distintas provincias españolas.

A éste siguieron los primeros chalés, de modo que los servicios técnicos de Arquitectura de la Obra Sindical del Hogar redactaron los proyectos básicos de urbanización de la ciudad (calles, agua, alumbrado, red eléctrica?) junto a un grupo de jóvenes arquitectos, que aportaron los distintos modelos de chalés, aproximadamente una docena, entre los que podían elegir los constructores.

El precio de cada uno de ellos en 1956, independientemente del tipo y con una distribución interior similar, alcanzaba las 55.000 pesetas y la empresa adquirente los podía o bien construir directamente, también por subasta o concurso, o solicitar su construcción al sindicato en que estuviese encuadrada abonando anticipadamente el importe mencionado. En ese año, de las 200 edificaciones previstas con un valor global de 11 millones de pesetas ya había comprometidas 91 con sindicatos provinciales y empresas.

Para la construcción del chalé o chalés, la Delegación Nacional de Sindicatos confería a cada empresa un derecho de superficie sobre el trozo de terreno suficiente, por un período de 50 años. Es decir, que cada empresa conservaba su propiedad durante ese tiempo y como tal estaba obligada a efectuar las reparaciones necesarias, siendo asimismo quien designaba entre sus trabajadores los beneficiarios de cada turno quincenal (desde el primero de junio hasta primero de octubre de cada año).

Veraneo por 15 pesetas diarias. La Delegación Nacional de Sindicatos -a través de la Obra Sindical de Educación y Descanso, responsable de la disciplina interna de la ciudad- tenía que proporcionar a todos los residentes el desayuno, comida y cena (además de merienda a los niños), por el precio que para las ciudades residenciales tenía señalado para toda España y que en 1956 era de 15 pesetas por persona y día.

Durante el resto del año, entre el primero de octubre y el primero de junio, las empresas podían enviar a sus trabajadores por fines de semana o por turnos de temporada, pero en esa caso las condiciones de alimentación habían de concertarse con la Obra Sindical o los restaurantes del complejo.

Tal y como se divulgaba entonces, durante el desarrollo de la ciudad, la Delegación Nacional de Sindicatos aportaba una «fuerte cantidad», la Diputación Provincial de Asturias dos millones de pesetas y los sindicatos y empresas de la provincia construían los chalés. A los dos años de inaugurarse el edificio de la residencia se encontraban en fase de aprobación las instalaciones deportivas y los edificios complementarios, como bares, restaurantes, parque infantil con guardería, iglesia, garaje y almacenes.

Aunque desde los años noventa han venido desapareciendo un buen número de chalés representativos de la ciudad, aún se puede trazar una ruta arquitectónica en la que estudiar los diferentes modelos unifamiliares o pareados proyectados por Muñiz y García, Somolinos, González Villamil, Suárez Aller, Cortina, Negrete y Busto.

El plan anunciado en el año 2007 por la Consejería de Economía y la sociedad adjudicataria del nuevo proyecto para Perlora apenas calificaba unos siete edificios como ruinosos, el resto lo eran a rehabilitar u operativos. La escuela taller llegó a recuperar varios de ellos en los últimos años. Sin embargo, recientes informaciones apuntan que con la nueva previsión, la mayor parte de ese patrimonio, más de dos centenares y medio de chalés se tendrán que demoler. La Administración, suponemos, tiene la última palabra. De momento, Perlora ciudad virtual.