Nava,

Mariola MENÉNDEZ

El Museo de la Sidra, ubicado en Nava, ha adquirido una tesis doctoral de 1890, en la disciplina de Farmacia, sobre la bebida asturiana. El autor es Enrique Felipe Garbalena y en su estudio aborda «La sidra, su origen, procedencia y aplicaciones útiles». El director del museo, Elías Carrocera, indica que se trata de «un ejemplar muy raro», que ha sido adquirido a un particular. Añade que constituye «el documento escrito más antiguo que tenemos sobre la sidra en nuestra biblioteca». Además, destaca porque esta tesis, leída en la Universidad Complutense de Madrid, «aporta datos interesantísimos sobre analítica», apunta Carrocera, ya que ofrece una visión del caldo regional desde la perspectiva farmacéutica, no histórica. El director del museo manifiesta que «dado que era un producto de raíz empírica, la mayoría de la documentación y datos técnicos sobre la sidra que tenemos son de hace poco tiempo. Por eso, es importante que alguien ya los estudiara en el siglo XIX».

Esta tesis doctoral plantea las propiedades diuréticas, antiescorbúticas y tónicas de la sidra, además de considerarla un agente terapéutico. Otra cuestión llamativa es que entonces ya se debatía la inalterabilidad de esta bebida. En concreto, se recoge que «empleando los métodos de conservación aconsejados por la ciencia podemos conseguir la inalterabilidad de la sidra de dos o tres años». Entre las propiedades medicinales que este estudio incluye se encuentran tipos de sidra como la de genciana, con acción estomacal; la de quina loja, empleada como tónico, y la antiescorbútica.

Esta importante adquisición, de la que se realizará una reproducción para consultas, ayuda a conseguir uno de los proyectos que se persiguen desde el museo: aglutinar un destacable fondo bibliográfico. Elías Carrocera afirma que también trabajan para disponer de conexión con la base de datos del Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida).