Pola de Siero,

Manuel NOVAL MORO

Alcohólicos Anónimos es una puerta abierta, un lugar al que acudir cuando la bebida es un problema. Quien acude a las reuniones no se encuentra con personas que le dicen lo que tiene que hacer, si debe probar o no el alcohol. Simplemente escucha el testimonio de gente que sufrió por el alcohol y lo acabó dejando y, si quiere, puede contar su propia experiencia.

Los miembros de la asociación de la Pola dan mañana una información pública a las seis y media de la tarde en la Casa de Cultura, para celebrar su décimo tercer aniversario.

En el grupo hay gente de edades diversas y con circunstancias distintas, pero todos tienen algo en común: sufren una atadura, y en ese aspecto sus vidas son iguales. Tal es así, que cuentan que un hombre llegó el primer día a una reunión y cuando escuchó los testimonios de los demás pensó que su mujer les había contado su propia historia y que estaban hablando de él.

Dejar el alcohol es un camino difícil, de ahí que el apoyo de otras personas en la misma situación se haga tan necesario. En la Pola se reúnen todos los martes y jueves. Porque no hay ex alcohólicos. Quien es alcohólico lo es para siempre. «Es una enfermedad, una atadura», asegura uno de los miembros de la Pola, y te puede llevar «al borde de la locura».

Dejar el alcohol es duro, pero compensa: «Recuperas la libertad, encuentras la vida natural que perdiste; el alcohol te hace esclavo, y dejarlo es una liberación, tenía miedo a no poder beber más y aquí lo encontré todo». Así lo cuenta otro de sus miembros.

Para el que lo ha sufrido durante mucho tiempo (él y los que tenía alrededor), vivir sin alcohol es al mismo tiempo una liberación y un esfuerzo, porque recaer es muy fácil. Cinco años de sequía se echan a perder con un solo trago. De repente, los rehabilitados se encuentran con que tienen vida, inquietudes y gente alrededor. «Alcohólicos Anónimos es una universidad, una escuela de vida». Y quien aprueba en esta escuela, sin duda, vive mejor.