Candás (Carreño)

Ricardo GONZÁLEZ

Marta LLORENTE

Candás es famosa, entre otras cosas, por sus buenos helados. La tradición se remonta al año 1944, cuando un grupo de siete hermanos (Heliodoro, Piedad, Clara, Isabel, Herminio, Chelo y Marino) decidieron fundar la empresa Helio Hermanos. Comenzó así una empresa familiar que fue creciendo hasta ganarse la confianza de la gente: «por aquel entonces los socios fundadores tenían siempre las puertas abiertas al público y ellos mismos participaban en el proceso de elaboración de los helados», asegura Rubén Fernández, empleado actual de una de las dos heladerías ubicadas en la capital carreñense.

Fernández, quien comenzó a trabajar en el oficio con 16 años, continuando así la tradición familiar, cree que, a la hora de ganarse la buena reputación con la que hoy cuenta su empresa, tuvo un papel muy importante la ubicación inicial de la misma: «la fama vino porque la tienda estaba situada en el muelle de Candás y se vendían helados incluso a la una y a las dos de la madrugada a la gente que partía o que llegaba de la mar», explica.

Sin embargo, para mantener el buen nombre no basta con la tradición sino que hay que «innovar y ofrecer calidad en el producto», afirma. A este respecto, la empresa realiza el proceso de elaboración de manera totalmente artesanal. «Se mezclan la leche, la nata y el azúcar. A continuación, se pasteuriza. Una vez en frío, se añade el estabilizante y, finalmente, se le da el sabor que corresponda». Afirma que, al realizar el proceso de elaboración de los helados de manera artesanal, lo que se consigue es que el producto final quede consistente y sin espacios de aire en el interior, todo lo contrario a lo que sucede cuando se emplean máquinas industriales: «la gente que viene por primera vez se sorprende del peso de los cucuruchos con respecto a lo que están acostumbrados, pero este es el peso tradicional».

Otra peculiaridad de los helados, además del peso, es que la parte de arriba de los helados expuestos en la tienda se encuentra con un color diferente a las capas inferiores del mismo recipiente; esto se debe a que se oxidan más rápidamente: «nosotros no añadimos antioxidantes ni conservantes u otras sustancias por el estilo, por eso la parte del helado que esté en contacto con el aire se oxida más rápidamente y eso se nota en el color». La calidad de los helados también depende, asegura, del trato que se le dé al producto: la cantidad de azúcar, si se añade o no canela, etcétera.

Rubén Fernández señala que la empresa comenzó con ocho o diez sabores y que ahora tienen una variedad mucho más amplia, de unos 60 tipos diferentes, entre los sabores de toda la vida «que siguen siendo los que más se venden, como, por ejemplo, el turrón, el mantecado y el chocolate», y los nuevos sabores, algunos de ellos muy peculiares y que también tienen una buena aceptación por parte del público, como puede ser el caso del helado de arroz con leche, el de chocolate con guindas al brandi o el sorbete de orujo con miel.

El que comenzara como un negocio familiar y humilde, en la actualidad cuenta con dos tiendas en Candás y otras tres en Luanco y distribuye sus productos por todos los rincones del Principado. A pesar de la crisis, en la empresa hay optimismo de cara al futuro: «como decía mi padre, mientras salga el sol, seguiremos vendiendo helados», concluye Rubén Fernández.