Albandi (Carreño),

Braulio FERNÁNDEZ

Todo empezó a cambiar en 1910, cuando unas botellas de sidra, que hasta entonces eran producidas para el consumo familiar, empezaron a adquirir fama más allá de las playas de Xivares. Francisco González Prendes, sin quererlo, había transformado un lagar casero situado en la parroquia de Albandi en una forma de vida, a la que no solo él, sino cuatro generaciones posteriores, se dedicaron en cuerpo y alma. Era el nacimiento del lagar de Peñón.

«La sidra fue bien recibida en el concejo y, casi sin quererlo, Francisco González se vio en poco tiempo vendiendo la bebida fuera de Carreño», explica Juan Miguel González Cobo, que representa la cuarta generación de la estirpe sidrera de Peñón. «El primer cliente fuera del concejo fue en Arnao, al que se le llevaban las botellas de sidra a granel, cubiertas con hierba, para que no se rompiesen», recuerda. Ése fue el modesto inicio de una empresa que hoy ya tiene cien años de existencia.

González Cobo calcula que en aquellos humildes inicios, en los que se utilizaba «la materia prima procedente de tan sólo dos pomaradas propias», no se producían más de 10.000 litros de sidra. Una cantidad irrisoria si se compara con las actuales, cuando se consigue producir más de un millón de litros. El primer impulso a la empresa, no obstante, lo dio el cabeza de familia de la segunda generación, Miguel González. «Empezó en 1945 y al poco tiempo ya se producían más de 40.000 litros; pero la principal expansión se produjo con la construcción de la primera nave, en 1948», señala González Cobo. Ésa fue la principal ampliación de Peñón desde su nacimiento, junto con la más reciente de 1987, cuando se volvieron a construir nuevas naves, con más capacidad y, sobre todo, permitiendo la llegada de la modernización al viejo lagar de Albandi.

«Se cambiaron los barriles por tinos de acero inoxidable, que permitieron la fermentación controlada», dice, aunque «se siguen utilizando los viejos barriles, que cuentan con aire acondicionado en la sala como única tecnología». También se cambiaron las prensas, que antes eran de madera, para abrazar el acero hidráulico, y fueron «creciendo poco a poco». No obstante, nunca abandonaron la esencia de una empresa «familiar, que está a punto de dar el relevo a la quinta generación y que tiene como único secreto trabajar con materia prima de primera calidad: manzana de alta montaña», apunta el empresario. La suya es la profesión más espiritosa de Carreño, para regocijo de sus playas.

Tres generaciones de González siguen manteniendo viva la tradición en Peñón (foto superior izquierda). Los primeros toneles tienen más de cien años y son una reliquia (arriba, a la derecha), casi como la furgoneta para acudir a las romerías (abajo, a la izquierda). Abajo, a la derecha, Miguel González.