En Candás pasé muchas noches sin dormir y buena parte de ellas fue gracias a la afición que tienen los candasinos a la música, y a que todo el mundo la conozca. Hay dos que no olvidaré. Una de ellas fue durante la celebración del Festival de Bandas de Gaitas. A los chavales llegados de medio mundo no se les pasó por la cabeza que hacer sonar la cornamusa a las cinco de la mañana podía molestar a alguien. La otra vez fue la guitarra de Pipo Prendes en una terraza bajo mi ventana -un tercer piso-. No lo critico, sólo lo expongo. La verdad es que la noche de Pipo opté por unirme al enemigo. Luego comprobé cómo los bretones pagaban 1.000 pesetas de las de antes por ver actuar a la Banda de Gaitas de Candás en Lorient. Ahora la Coral «Aires de Candás» cumple 30 años y compartirá edificio con la Banda de Música. En estas pocas líneas quedan reflejados algunos «momentos musicales» candasinos, pero hay muchos otros como las habaneras de la Alborada. Un pueblo que canta nunca puede tener miedo al futuro.