Alto de Aboño,

Braulio FERNÁNDEZ

El Musel ha perdido la batalla en los tribunales para desmontar el Alto de Aboño, en Carreño. Y lo hace cuando ya había preparado todo para llevar a cabo la explanación del accidente geográfico. Una vez se aprobó el plan de ampliación del puerto, en 2008, e incluso antes, comenzaron a realizarse las expropiaciones forzosas de los terrenos habitados, que afectaron a varios vecinos, al Ayuntamiento de Carreño, e incluso a una propiedad del Principado de Asturias, aunque sólo los primeros acudieron a los tribunales para reclamar «un precio más justo».

Pero ahora en Carreño han devuelto la pelota, ya que la Audiencia Nacional acaba de frenar el desmonte por carecer de estudio de impacto ambiental. El monte se quedará intacto, pero no el barrio cercano, destruido en los últimos años.

«¿Qué pasará ahora con el monte?», se preguntan ahora algunos de los expropiados. «¿Expropió el puerto los terrenos para que ahora queden como un bonito mirador?». Según explicaron letrados inmersos en el conflicto de las expropiaciones, lo más seguro es que no.

«Muy probablemente la Autoridad Portuaria continuará adelante con las expropiaciones, ya que declaró la utilidad pública para ello y, aunque no haya desmonte, no le quedará otro remedio», explica un letrado.

Pero lo que Carreño sí ha perdido con el desmonte que finalmente no se ha producido es la población que habitaba el Alto de Aboño. El puerto de Gijón demolió el barrio en tres fases, el año pasado: en enero, en abril y en julio. La última de ellas sirvió para demoler una nave industrial situada junto a las viviendas. La nave, propiedad de José Prendes González hasta que le fue expropiada por la Autoridad Portuaria, servía -además de para usos industriales-, para acoger las celebraciones vecinales por la fiesta de San Lorenzo, el patrón.

Prendes González es propietario de algunas fincas aún y es conocido en Aboño por ser promotor de un sinfín de iniciativas para cuidar y animar la vida social en Aboño. Entre esas iniciativas se encontraba la convivencia con motivo de la festividad de San Lorenzo, que Prendes pagaba de su bolsillo y a la que acudían hasta doscientas personas.

Otros habitantes del Alto de Aboño fueron recolocados en viviendas propiedad de alguna de las empresas implicadas en la obra, en el mismo concejo de Carreño, y también observan con extrañeza la actual situación.

«El mejor sitio para vivir era el barrio del Alto, todo estaba bien allí; pero nos echaron y encima para nada», explica Juan Antonio García, que, dado que vivía de alquiler, no tiene derecho a reposición alguna. El suyo no es un caso único, ya que ha habido algún vecino más que fue desalojado del Alto. Su estado es de indignación, igual que la de los propietarios. Todos han visto cómo el barrio en el que vivían desapareció. Para uso del puerto de Gijón o para ser sólo un mirador al mar. Está por ver.