Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

La delicada situación de la ermita candasina de San Antonio, en riesgo de que un nuevo argayo la arrastre por un acantilado del que ahora sólo la separa medio metro, ha puesto de relieve la fragilidad de los dos montes que flanquean la villa marinera, el de San Antonio y el de San Sebastián, conocido popularmente como monte Fuxa. Los expertos temen que la situación empeore en los próximos años, habida cuenta de que la composición de los dos promontorios, de arenisca con tramos de pizarra, los hace propicios a los desprendimientos.

De hecho, existe un estudio preliminar realizado por un alumno de último curso de Geología de la Universidad de Oviedo, el candasín Abraham Riego Delgado, que ofrece una versión preocupante, al tiempo que documentada, de lo que se le avecina a la villa en lo que respecta a sus montes. «El problema que ahora vemos en San Antonio será pronto muy similar en el Fuxa», asegura Riego, que se plantea preparar junto a sus profesores un informe más amplio sobre la situación geológica de los montes. «El tipo de roca, arenisca, común a los dos, no ayuda para nada, al ser bastante porosa y con numerosas superficies de discontinuidad que facilitan los movimientos», señala el universitario.

Más aún, en ambos montes pueden observarse importantes grietas en la tierra, «fracturas que si están completamente secas y cerradas no afectarán tanto como las que estén abiertas y húmedas», apunta el autor del estudio. A su juicio, el grave problema al que se enfrentan San Antonio y Fuxa es que «las fracturas no sólo están abiertas, sino pobladas de vegetación, lo que indica que hay una humedad notable».

En San Antonio los desprendimientos van a obligar a desmontar piedra a piedra y trasladar una capilla de estilo renacentista con 400 años de antigüedad. Riego incide en que, de momento, los argayos ya han dejado su huella en la construcción: «Las grietas que aparecen en el templo se deben a que el edificio está sufriendo un asiento diferencial, una variación en los cimientos por hundimiento de parte de la edificación. No están en una fase demasiado avanzada, pero lo suficiente para ver hacia dónde se desplaza una parte de la capilla».

En resumen, la situación es preocupante, porque «tenemos dos montes que se nos caen, y los culpables son la acción del oleaje y el agua que se infiltra por las fracturas, reduciendo aún más su cohesión». Además, hay un tercer promontorio en estado de alarma, el de Rebolleres, que argayó el pasado verano, sepultando una playa. «El material que hay en Rebolleres se desprende con mucha facilidad, más aún que el de Fuxa o San Antonio», aclara Riego.

No obstante, hay medidas que pueden retrasar la implacable acción de la naturaleza, como la colocación de clavos y mallas, pero en todas ellas el tiempo juega en contra.