Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

El Ayuntamiento de Carreño apura los trámites administrativos para desmontar la capilla renacentista de San Antonio. El templo del siglo XVII, único en su estilo en el concejo de Carreño, se encuentra amenazado por los continuos y recientes desprendimientos en el cabo de San Antonio, que obligarán al traslado de la ermita a un lugar cercano pero más seguro.

Sin embargo, la última de las peticiones realizadas por la Consejería de Cultura ha añadido más dificultad al proceso. Dice Cultura que la capilla deberá reconstruirse tal y como era originalmente y no como la dejaron las reformas o restauraciones que hicieron sobre ella en el siglo XX. Así, al proceso de desmontaje y traslado del edificio se le añade ahora la labor arqueológica que el Ayuntamiento deberá realizar antes del traslado para mantener la imagen original del templo.

En un informe remitido al Consistorio carreñense, Cultural advierte de que para cumplir con la ley de Patrimonio Cultural del Principado, las labores de desmontaje y traslado de la capilla deberán realizarse siguiendo pautas exactas, entre las que se incluyen diversos tipos de estudios previos, el traslado piedra a piedra y la custodia de todos los elementos en un sitio cerrado, seguro y custodiado, mientras dura ese cambio. A esta información, añade que «se deberán corregir algunos defectos poco acertados de las últimas restauraciones», sin precisar cuáles son esos defectos.

Según el Archivo Municipal, la última y gran reforma sobre el templo de San Antonio de Padua concluyó en junio del año 1993. El Ayuntamiento había comprado con anterioridad el edificio a los propietarios de buena parte de los terrenos del cabo, por aquel entonces la familia Estrada. Con la intención de poder volver a celebrar las romerías dedicadas al santo en el lugar, se ordenó la reparación de la ermita, que había quedado seriamente dañada tras su incendio durante la Guerra Civil española. Aunque los antiguos propietarios del inmueble habían efectuado algunas reparaciones, las principales corrieron a cargo del Ayuntamiento. De acuerdo con el Archivo Municipal, dado que el fuego había destrozado buena parte de la cubierta de la nave más grande de la ermita, se procedió a la colocación de una nueva armadura en esa parte, mientras que la nave sobre el altar quedó intacta, a pesar de que ese fue el lugar donde se quemaron varias imágenes de santos. La segunda principal reparación consistió en la sustitución del pavimento, de tierra, por la colocación de un suelo de piedra. Por último, se dejó al descubierto la pared del templo interior, quedando la piedra vista, lo que le confirió un aspecto más rústico.

Ahora, casi veinte años después, y ante la ocasión ineludible de tener que mover el templo de su sitio, el Ayuntamiento debe recuperar la imagen del templo original, aunque ya no vaya a estar sobre la atalaya ballenera del siglo XVII.