Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

«Muchas de las que dieron la cara por Jesús fueron mujeres». María Teresa Álvarez, mujer y seglar, periodista y escritora, se apoyó en esa reflexión para aceptar el reto de sustituir los textos de los santos sobre el calvario de Jesucristo por sus propias reflexiones sobre la materia. Dicho y hecho, escribió catorce meditaciones sobre el vía crucis que serán recitadas el Viernes Santo por las calles de la villa en una tradición perdida hace más de dos décadas, durante las cuales la recreación del calvario tenía lugar íntegramente dentro de la iglesia parroquial de San Félix.

El vía crucis callejero, fijado a las siete de la mañana, es una de las tradiciones olvidadas de la Semana Santa candasina, junto con la misa a los pescadores que por motivos de trabajo no podían acudir a otros encuentros religiosos. Además, la procesión vuelve en un marco incomparable. «En cinco de las catorce estaciones del vía crucis se leerá cerca del mar, algo que me recuerda a mi infancia en la villa», señala Álvarez, quien recibió el encargo de escribir las meditaciones del párroco José Manuel García.

«Hasta 1985 se utilizaban los textos de los santos para las meditaciones del vía crucis, pero a partir de ese momento, y desde que el Papa Juan Pablo II encargó las reflexiones a otros escritores, las meditaciones han sufrido un cambio», explica la autora candasina. Durante los años siguientes, los textos sagrados seguían siendo la base de las lecturas en la recreación del calvario, mientras que en Roma la oportunidad de escribir las reflexiones sobre los últimos instantes de vida de Jesucristo les llegaba incluso a las mujeres, algo que sucedió en 1993 e, incluso, este mismo año, «ya que Benedicto XVI se lo ha encargado a una monja agustina».

En Candás el cambio lo ha protagonizado María Teresa Álvarez, que aclara que «las meditaciones que he escrito están centradas en lo que provoca cada estación del calvario en mí. Es un diálogo con Jesús, es lo que siento al recordar ese momento».

Por eso son especiales algunos pasajes de su escritura, como la sexta estación en la que la Verónica, «una mujer como yo, se expone a que la reprendan» enjugando el rostro sudoroso de Cristo mientras portaba la cruz. Pero, por supuesto, también tendrán especial importancia las últimas recreaciones del calvario, con la crucifixión y la muerte de Jesucristo. «Rememorar esos momentos hace que te plantees si nuestra religión es un culto al dolor, pero yo he descubierto que Jesús nos enseña que el dolor puede ser encauzado hacia otro sitio», concluye Álvarez.