Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

Las piezas de museo han sustituido a los carteles de colores. La exposición permanente de la conserva en el Aljibe del parque candasín de Les Conserveres nació como una pequeña muestra de la tradición pescadora e industrial de la villa. Y tuvo la forma de un sala dedicada en su mayoría a documentos propios de un centro de interpretación, donde el visitante pudiera recibir información básica del legado histórico, basando sus contenidos en carteles a todo color y fotográficos. Sin embargo, en los últimos meses, el lugar se ha visto ocupado por varias reliquias de la industria del enlatado de pescado, hasta el punto de convertirlo en un museo único en la región que anticipa lo que puede llegar a ser el futuro museo de la conserva que se prepara en la fábrica de Ortiz.

El detonante de la transformación total del Aljibe se produjo hace sólo unos días, cuando una docena de litografías originales recuperadas a lo largo de los dos últimos años por los especialistas Francisco Crabiffosse y Manuel Ramón Rodríguez fueron trasladadas a esta sala expositiva. Las matrices litográficas eran utilizadas durante buena parte del siglo pasado para crear los logos y nombre de marca que se reproducían en las etiquetas de las latas de conserva. Una industria que en Candás llegó a contar a lo largo de su historia con un centenar de firmas, y que precisamente en los dos últimos años ha visto desaparecer las dos últimas que quedaban, Albo y Remo.

En la muestra se pueden contemplar desde la primera matriz de la que se tiene constancia, de la firma Bernardo Alfageme, que data de 1902, la más antigua de las expuestas, hasta otras datadas en los años sesenta. Precisamente la primera está considerada una de las principales joyas de la colección municipal en el Aljibe, y fue encontrada en una escombrera de Nava hace dos años. Se trata de una matriz de caliza, muy cara, que se trajo de Alemania a finales del siglo XIX, por lo que debió utilizarse para el etiquetado y envasado durante los primeros años del siglo pasado, según los expertos que la han recuperado.

Pero, además, el Aljibe vio cubierto un nuevo espacio esta misma semana, cuando el carpintero Julio César Zapico llevó hasta Les Conserveres varios vestigios de los talleres de barrilería que hacían posible la fabricación de las conservas. Zapico ya fue el encargado el pasado mes de otoño de restaurar la mayor máquina de prensado de pescado conocida, que también se encuentra en la exposición permanente. La estructura mide más de tres metros de largo y más de metro y medio de alto, y cuenta con cinco husillos, o tornos para el prensado, de fabricación industrial. El hecho de que la máquina cuente con cinco husillos la hace excepcional, ya que la mayor parte de las de su época tenían de uno a tres. «Esta máquina representa el paso de la fabricación manual de la conserva, a la industrial», según explica el carpintero.

En cuanto a los elementos de los talleres de barrilería, se trata de dos barriles, procedentes de las fábricas de Albo y Remo, dos bancos de barrilero «para la fabricación de los barriles y la preparación de las duelas» y otros aparatos como el yunque y la prensa. Además, también se han expuesto dos guías que servían para cortar el pescado en la medida adecuada para cada lata. Para conocer la edad de algunos de estos elementos, existe una moneda del siglo XIX, según Zapico, insertada en uno de los bancos de barrilero.